Mensaje del 3 de julio
Queridísimos, ¡que Jesús me guarde a mis hijas y a mis hijos!
Todavía está fresca en nuestra memoria y en nuestro corazón la fiesta de san Josemaría. A él le hemos pedido en estos días que mantenga la Obra siempre joven. Ese es nuestro deseo: cada una y cada uno procuramos encarnar, en nuestra fidelidad diaria, el espíritu que hemos recibido de nuestro fundador y, a la vez, avanzamos todos a una, «quasi civitas firma» (Pr 18, 19), mediante la comunión de los santos.
Con ese espíritu de familia unida, en la que cada miembro juega un papel determinante, deseo pediros que me acompañéis en mis viajes durante los próximos meses: es una alegría encontrarme con hijas e hijos míos en Francia, España, Filipinas, Indonesia, Australia y Nueva Zelanda. Os pido que apoyéis con vuestra oración y vuestro quehacer cotidiano —esas son nuestras armas— los frutos de la labor apostólica que llevan a cabo vuestras hermanas y vuestros hermanos en esos países. A la vez, sabed que, me acerque o me aleje de vosotros geográficamente, siempre me tendréis cerca: rezo con cariño por cada una y por cada uno. Al mismo tiempo, aprovechándome de esa cercanía, me apoyo en vuestra fortaleza.
Sigamos pidiendo con gran confianza al Señor, «cor unum et anima una» (Hch 4, 32), por los frutos del reciente Congreso General Extraordinario. En este período se sucederán las fiestas de la Virgen del Carmen y de la Asunción. Vivámoslo de la mano de nuestra Madre, como nos sugería san Josemaría parafraseando el dicho popular: «De Virgen a Virgen».
Pamplona, 3 de julio de 2023
Romana, n. 77, julio-diciembre 2023, p. 189.