En el acto de apertura de curso, Pontificia Universidad de la Santa Cruz (Roma), 3 de octubre de 2023
Al comienzo de un nuevo año académico es lógico mirar con entusiasmo y esperanza el futuro. El entusiasmo es la actitud propia de quien se embarca en un nuevo camino o una nueva etapa. La meta, evidentemente, no es solo la conclusión del año o la superación de los exámenes, sino el crecimiento integral de toda la comunidad académica en términos de conocimiento, de investigación científica y de interacción con otras realidades académicas, eclesiales o civiles.
Al mismo tiempo, quien emprende un nuevo camino sabe que en él encontrará dificultades. Por eso es necesario alimentar la esperanza, que es una espera llena de confianza en la realización de los planes de Dios.
Estas dos actitudes —entusiasmo y esperanza— serán necesarias para los grandes desafíos que aguardan a nuestra comunidad académica en este próximo año, y también a cada uno de nosotros en cuanto miembros del Pueblo de Dios.
Las próximas semanas van a estar marcadas por la Asamblea sinodal. Es importante rezar en unión con el Santo Padre y vivir estas semanas con la esperanza propia de los hijos de Dios. Como le gusta recordar al Papa Francisco: «El Espíritu Santo [en Pentecostés] creó una gran diversidad, que parecía un gran desorden. Sin embargo, el mismo Espíritu que da la diversidad de los carismas es el mismo que crea la unidad» (Francisco, Discurso en el encuentro ecuménico y la oración por la paz, Bahrein, 4 de noviembre de 2022).
El entusiasmo y la esperanza son componentes de la valentía que cada nueva etapa de un camino requiere. Valentía para identificar proyectos que puedan ampliar el horizonte de la universidad, como las iniciativas de carácter interdisciplinar que han sido seleccionadas en los meses pasados; valentía para tomar decisiones que tendrán repercusiones importantes en el futuro y para las cuales es necesario pensar en el bienestar de quienes vendrán después de nosotros.
Conseguiremos vivir estas dos componentes si nos comprometemos a hacer bien nuestro trabajo, cada uno el suyo. Estudiantes, docentes y personal técnico-administrativo, todos estamos llamados a rezar con nuestro propio trabajo. Es una invitación que se encuentra en el corazón del mensaje que Dios confió a san Josemaría, fundador del Opus Dei e inspirador de esta universidad. Como dejó escrito en Camino: «Pon un motivo sobrenatural a tu ordinaria labor profesional, y habrás santificado el trabajo» (Camino, n. 359). Esto también es un estímulo para ver el alcance del bien que el trabajo, si se ofrece a Dios, puede tener, no solo para los directamente involucrados, sino para toda la humanidad.
Con el auspicio de que este espíritu nos ayude a mirar el futuro con confianza, declaro inaugurado el curso 2023-2024.
Romana, n. 77, julio-diciembre 2023, p. 195-196.