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Mensaje del 12 de agosto

Queridísimos: ¡que Jesús me guarde a mis hijas y a mis hijos!

Como cada año, el próximo 15 de agosto, solemnidad de la Asunción de nuestra Señora, renovaremos la consagración de la Obra al Corazón dulcísimo de María, que realizó nuestro Padre en Loreto en 1951.

Mantengamos muy vivo en nosotros, a ejemplo de san Josemaría, el propósito de cuidar la Obra, en servicio de la Iglesia y de todas las personas.

Para esto, os invito a renovar los deseos eficaces de santidad y de apostolado, en correspondencia a la gracia de Dios, expresados en una fidelidad diaria, alegre y esperanzada, a pesar de nuestras personales limitaciones.

La Obra está verdaderamente en las manos de cada una y de cada uno: esto es, a la vez, don de Dios y responsabilidad nuestra. Tal como os decía hace unos meses, «con la gracia de Dios podremos construir, a través de los cambiantes momentos históricos, la continuidad de la Obra en fidelidad a su origen. Se trata de la continuidad esencial entre pasado, presente y futuro, propia de una realidad viva» (Carta pastoral, 19-III-2022). Renovemos esos propósitos de fidelidad, acogiéndonos a la mediación materna de Santa María.

Acompañadme con la oración en el viaje que haré dentro de pocos días a Jerusalén, y recemos juntos por las intenciones del Santo Padre, ahora especialmente por el próximo consistorio a finales de mes.

Roma, 12 de agosto de 2022

Romana, n. 75, julio-diciembre 2022, p. 202-203.

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