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En la inauguración del año académico de la Universidad Pontificia de la Santa Cruz, Roma, Italia (4-X-2021)

Me alegro de que podamos reunirnos de manera presencial al inicio de este curso académico.

El momento que vivimos, teñido por la pandemia que afecta a países de todo el mundo, marca alguna de mis reflexiones. Estamos pasando, sin duda, por un momento de crisis global, que impacta significativamente la forma de pensar y de vivir de muchas personas. Nuestra Universidad presta una especial atención a la comprensión del mundo, de la historia y de cada persona a partir del misterio de Cristo —así se recoge en el punto 2 de los Estatutos— y, por tanto, el estudio y la atención de las necesidades de nuestra sociedad, de las mujeres y los hombres que viven este momento concreto de la historia, no puede prescindir de una reflexión sobre cómo la pandemia nos afecta personalmente, cómo afecta a nuestro entorno y de sus consecuencias a nivel global.

El término “crisis”, en su origen griego, significa distinguir, discernir, diferenciar. Subraya la capacidad de centrarse en lo esencial. En ese sentido, una crisis supone una oportunidad para aprender, para pararse, para ponderar los acontecimientos y su impacto en nuestra propia vida y en la vida de los demás. Nuestras mentes y corazones estarán abiertos entonces a las nuevas necesidades que surjan, y a nuevas formas de vivir, de trabajar y relacionarse.

La universidad es un lugar privilegiado para aprender a dar forma al nuevo desarrollo que se está produciendo, poniéndose a la escucha atenta de las personas y de los acontecimientos, y relacionando esta escucha con el estudio y la vida académica. Aún el contexto de la vida intelectual, podemos poner en práctica el principio que el Papa Francisco expresa en Evangelii Gaudium (n. 231): «La realidad es superior a la idea».

La realidad de las mujeres y de los hombres como hijos de Dios en Cristo es y debe ser un punto de referencia constante para todo estudio e investigación en nuestra Universidad. La crisis sanitaria y sus consecuencias llevan a la humanidad a enfrentarse a cuestiones fundamentales de la existencia: el sentido del sufrimiento, la soledad, la interdependencia relacional, el bien común, la libertad, el derecho. El estudio y la investigación académica en las Facultades de Teología, Filosofía, Derecho Canónico y Comunicación Institucional podrán ofrecer luz a la compleja realidad y experiencia de las mujeres y los hombres de nuestro tiempo. Antes de la pandemia, muchas personas parecían estar condicionadas por el pensamiento autorreferencial del post-humanismo, que cree en la posibilidad de auto-fundarse, convencido de su propia omnipotencia. La realidad, en este caso, ha puesto de manifiesto la falsedad de la idea. En cierto modo, la experiencia de la pandemia ha acercado a la humanidad a la realidad y, por tanto, a la verdad.

Una mayor conciencia de nuestra condición de criaturas, de los límites impuestos por la pandemia, de los temores derivados de una situación de constante incertidumbre, puede fomentar el espíritu de escucha y aprendizaje de la realidad, que es la piedra angular de cualquier contexto educativo. Desarrollar esta actitud ante la realidad implica también, en nuestro entorno universitario, aprender de cada persona.

Quisiera concluir con una frase que san Josemaría, inspirador de esta Universidad, escribió en otro contexto: «Estas crisis mundiales son crisis de santos» (Camino, 301). La vida espiritual de cada uno de nosotros, nuestra unión con Cristo, al estar estructuralmente relacionada con la actividad humana y, por tanto, con los problemas de la sociedad, tiene un impacto en el destino del mundo. Y la humildad necesaria para aprender de todos puede proporcionar una base sólida en el camino de la santidad.

Deseo a todos, profesores, alumnos y personal de la Universidad, lo mejor para el nuevo curso 2021-2022, que declaro inaugurado.

Romana, n. 73, Julio-Diciembre 2021, p. 204-205.

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