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Mensaje del 20 de octubre

Queridísimos: ¡que Jesús me guarde a mis hijas y a mis hijos!

Os escribo unas pocas líneas para aseguraros mi oración y mi cercanía, especialmente a quienes seguís sufriendo más directamente la emergencia sanitaria y sus diversas consecuencias, que se están recrudeciendo ahora en muchos sitios. Esta oración, como la vuestra, tiene también muy presente, junto a tantas cosas buenas, el cúmulo de sufrimientos en la humanidad: enfermedad, desempleo, privación de legítimas libertades, hambre y la ignorancia del amor de Dios revelado en Jesucristo. No me detengo más. Dentro de poco, os enviaré una carta extensa –con fecha 28 de este mes– sobre las características de la dedicación a la Obra según las distintas circunstancias personales. Todas y todos tenemos una idéntica vocación: el mismo espíritu, la misma misión apostólica, los mismos medios espirituales y de formación.

Roma, 20 de octubre de 2020

Romana, n. 70, Enero-Diciembre 2020, p. 90.

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