Mensaje del 12 de agosto
Queridísimos: ¡que Jesús me guarde a mis hijas y a mis hijos!
Durante los últimos meses, sobre todo desde que se desencadenó la crisis sanitaria mundial, hemos oído a veces la frase «todo irá bien». Con frecuencia, se trata sencillamente de una manera de acompañar a otra persona durante un momento difícil. Pero también puede alcanzar un significado más profundo: el de aquellas palabras de san Pablo que san Josemaría abreviaba en la jaculatoria omnia in bonum: «Todas las cosas cooperan para el bien de los que aman a Dios» (Rm 8,28).
Ese bien no siempre lo podemos ver de manera inmediata. A veces ni siquiera llegaremos a comprenderlo. El hecho de que procuremos estar cerca de Dios no nos evita los normales cansancios, perplejidades y sufrimientos de la vida; pero esa cercanía nos puede llevar a vivir todo de una manera distinta. En estos días, estamos haciendo también nuestro el sufrimiento del Líbano, transformándolo en oración por los fallecidos y sus familias, por tantas otras personas y por la estabilidad del país.
Decir de verdad omnia in bonum es cuestión de fe y de nuestra correspondencia a esa fe, mediante la conversión del corazón –el amor a Dios y a los demás– ante el dolor propio y ajeno. Con esa fe, podemos incluso colaborar a realizar ese bien de un modo u otro.
Por esto, si en ocasiones notamos que la fe flaquea, recemos con segura confianza: “Señor, auméntame la fe” (cfr. Lc 17,5), y con la fe el amor, y con el amor la esperanza y la alegría.
Pamplona, 12 de agosto de 2020
Romana, n. 70, enero-diciembre 2020, p. 89.