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Con ocasión de la inauguración del curso 2019-2020 en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz, Roma (9-X-2019)

Los Estatutos de esta Universidad establecen que «mediante la investigación, el estudio y la enseñanza de las Ciencias Eclesiásticas (...) la universidad pretende servir a la Iglesia en plena y fiel unión con su Magisterio, cooperando así con el Romano Pontífice en la preocupación por todas las Iglesias»[1]. En estos días, en los que se está celebrando un sínodo que tiene que ver con la misión, es lógico considerar que todo el sistema universitario está estrechamente ligado a la misión evangelizadora de la Iglesia, llamada a expandirse no sólo a lo largo de la geografía, sino en el fondo de cada hombre y en el corazón de cada cultura[2].

Colaborar en este compromiso de servicio a la Iglesia es la raíz misma de la actividad docente y de todo el trabajo que realizan las distintas oficinas de la universidad. La finalidad educativa de la universidad consiste en llevar a cabo, a través de su doble misión de investigación y enseñanza, un proyecto intelectual y formativo a la luz de la revelación cristiana, con el fin de hacer a las personas capaces de transmitir eficazmente la fe incluso en el contexto cultural y social actual.

La Universidad Pontificia de la Santa Cruz ha aceptado la indicación del Papa —ya expresada en la Constitución Apostólica Veritatis gaudium— de promover una renovación de los estudios eclesiásticos, tal como la Iglesia exige hoy. Para lograr este objetivo, son necesarios algunos criterios básicos que el documento subraya. En primer lugar, la invitación a reforzar el diálogo entre las diferentes disciplinas: tanto entre las que son propiamente eclesiásticas, como entre éstas y las demás disciplinas del saber humano. El documento se refiere a una interdisciplinariedad entendida en un sentido fuerte, es decir, como una verdadera iluminación y fecundación de todo conocimiento, a través de la luz que emana de la revelación divina[3].

Esta es una contribución importante que las facultades eclesiásticas pueden ofrecer al mundo universitario, a la sociedad y a la cultura en general[4]. Hoy, frente a la creciente fragmentación del conocimiento, vemos cómo el pensamiento posmoderno ha renunciado a las «grandes narrativas» o «visiones totalizadoras». Falta una visión sabia en todas las disciplinas, así como en la búsqueda de soluciones a los problemas que aquejan a la humanidad. En este contexto, un decreto recientemente firmado por el presidente de la República Italiana, relativo al reconocimiento por el Estado de los títulos expedidos por las instituciones de enseñanza superior erigidas o aprobadas por la Santa Sede[5], parece abrir el camino a una relación más fructífera entre las instituciones pontificias romanas de nivel superior y las demás universidades italianas, con el fin de ofrecer aún más oportunidades de estudio a los laicos que deseen seguir un curso de formación en las facultades pontificias.

Todo esto puede tener efectos muy positivos en la relación entre universidad y sociedad, entre el mundo de los estudios y la investigación, y el mundo del trabajo y la producción. Es la tercera misión, además de la de investigación y docencia, característica de toda universidad. Es un desafío que la Universidad de la Santa Cruz asume poniendo al servicio de la misión evangelizadora de la Iglesia, especialmente el mensaje central del Opus Dei: la búsqueda de la plenitud de la vida cristiana en las realidades seculares y en la vida cotidiana. Una oportunidad, pues, para intensificar el diálogo fructífero con la cultura contemporánea. Los profesores de las distintas facultades ya han puesto en marcha varias iniciativas de este tipo desde hace algún tiempo. Entre ellos se encuentran algunos Centros como el Centro de Estudios Jurídicos sobre la Familia; el Centro de Mercado, Cultura y Ética (MCE), que tiene por objeto desarrollar las bases culturales y morales necesarias para el funcionamiento de los mercados en el respeto de la dignidad de la persona humana, a la luz de la razón y de la fe. Otros proyectos son la Escuela Superior de Educación Interdisciplinaria (SISRI), cuyo objetivo es aumentar la cultura humanística y filosófico-teológica de los jóvenes licenciados, y la iniciativa Ciencia, Teología y Búsqueda Ontológica (STOQ), que, en colaboración con otras universidades romanas, trata de desarrollar el diálogo entre ciencia y fe, mediante programas de estudio e investigación. Existen otros grupos de investigación, como Family and Media, el Working Group on Relational Ontology Research y varios otros.

La aportación de la universidad en su conjunto no depende únicamente del profesorado: es el resultado del trabajo sinfónico de todos los que la integran. En particular, junto a los diversos aspectos de la enseñanza formal, la impronta educativa de lo que se denomina el currículo oculto se considera cada vez más relevante. Es decir, esa comunicación informal, aparentemente invisible, difícil de conceptualizar, que pertenece a toda la comunidad universitaria. Esta acción pedagógica, compuesta de palabras, gestos y actitudes, crea un ambiente familiar rico en encuentros humanos y actúa como fuente de enseñanza-aprendizaje que entra en sinergia con la dimensión académica. No es raro que los alumnos subrayen cómo, junto con la belleza y la profundidad de la experiencia intelectual recibida, se han implicado poderosamente en la formación humana y espiritual a través de la amistad y la unidad de vida apostólica que comparte la comunidad académica. El tono familiar y el alto nivel académico son parte del precioso legado que recibimos de san Josemaría, continuado entonces por los dos primeros Gran Cancilleres de esta Universidad, el beato Álvaro del Portillo y el obispo Javier Echevarría.

Damos gracias a Dios por el trabajo realizado hasta ahora y seguimos pidiendo la ayuda del Espíritu Santo para continuar nuestra misión universitaria. A la intercesión maternal de María encomiendo el año académico 2019-2020, que ahora declaro abierto.

[1] Statuti, 3&1.

[2] FRANCISCO, Cfr. Cost. Apost. Veritatis gaudium (27-XII-2017), n. 1-2.

[3] Cfr. Ibidem, n. 4 c).

[4] Cfr. Ibidem, n. 5.

[5] Decreto del Presidente de la República del 27 de mayo 2019, publicado en la Gazzetta Ufficiale n. 160 (10-VI-2019).

Romana, n. 69, julio-diciembre 2019, p. 254-256.

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