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En la inauguración del año académico, Universidad Campus Bio-Medico, Roma (22-XI-2017)

«Os daré un corazón nuevo, y os infundiré un espíritu nuevo [...] y haré que caminéis según mis preceptos» (Ez 36,26-27). Comencemos este nuevo año académico encomendándonos al Espíritu Santo. Él es quien nos ayuda a ver nuestros proyectos, nuestros sueños, con la sabiduría de Dios: una sabiduría que es una verdadera medicina; la medicina que el mundo necesita. ¡Ven, Espíritu Santo! Lo pedimos para todos: profesores y alumnos, directivos, personal no docente. Porque donde está el Espíritu Santo, donde se le acoge, crece la vida. Él quiere vivir en medio de nosotros; quiere hacer que el Campus sea una comunidad más unida, un lugar donde se aprende a conjugar profesionalidad y afecto sincero por las personas.

El beato Álvaro del Portillo, en la Misa de inauguración de la Universidad Campus Bio-Medico, el 15 de octubre de 1993, os exhortó a que «la doctrina y el amor de Cristo [...] orienten e informen más profundamente el ejercicio de las más nobles profesiones médicas y de enfermería: sin la guía y el impulso de esta doctrina y de este amor —decía— se convierten fácilmente en técnicas frías y ciegas». Palabras que siguen siendo muy actuales hoy en día. El Papa Francisco no se cansa de recordarnos cómo Dios nos espera en aquellos que nos acompañan o que encontramos en el camino de la vida, especialmente en los más débiles, entre los que hay que contar a los enfermos, a los niños que se enfrentan a la vida, a las personas que se acercan al final de su existencia terrena: «Curar a un enfermo, acogerlo, servirlo, es servir a Cristo: el enfermo es la carne de Cristo» (Ángelus, 8-II-2015). En este campo tenéis una misión especial y una gran responsabilidad.

Todo lo que se hace en el campus puede ayudar a devolver la esperanza y el optimismo a la gente. Necesitamos docentes que sean verdaderos maestros, sabios y atentos con los estudiantes y con los pacientes. Es necesario que los alumnos se dediquen con pasión a sus estudios, para formarse y servir mejor a la sociedad. Necesitamos personal administrativo, en todos los niveles, que haga sus tareas con alegría, sabiendo que contribuirá al éxito de un trabajo conjunto.

En esta estela me gusta recordar otro consejo del beato Álvaro. Pensando en las dificultades lógicas que encuentra una iniciativa de este tipo, sobre todo en sus comienzos, dijo: «Os recomiendo que trabajéis con espíritu de unidad y comprensión, con optimismo; de esta manera superareis los obstáculos con la ayuda de Dios, seréis felices y —lo que es más importante— os santificaréis y ayudaréis a otros a santificarse, porque estaréis practicando el mandamiento del amor».

Suscribo estas recomendaciones. Tratad de trabajar muy unidos. Que haya alegría, humildad, apertura al prójimo, un espíritu crítico constructivo, una ayuda mutua y un saber aportar soluciones. Soñamos con la labor educativa y social que el Campus realiza y con la que puede realizar, con una profundidad y extensión siempre mayor. Contamos con la ayuda del Espíritu Santo. Como nos dice el mismo Jesús, Él (el Espíritu Santo) «os guiará hasta la verdad plena» (Jn 16,13). No nos cansemos de pedir al Espíritu Santo: ¡Ven, Espíritu Santo! Recuérdanos todo lo que Jesús nos dijo (cfr. Jn 14,26). Que las dificultades que puedan surgir sean motivo para la unidad y no para la división. San Josemaría lo expresaba de mil modos distintos: «Que tu caridad sea amable: no debe faltar nunca en tus labios, con la prudencia y la naturalidad debidas, y aunque llores por dentro, una sonrisa para todos, un servicio sin regateos» (Forja, n. 699).

La conciencia de ser hijos de Dios nos da valentía y optimismo, como nos recuerda san Pablo en la segunda lectura: «No habéis recibido un espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino que habéis recibido un Espíritu de hijos de adopción, en el que clamamos: ¡Abba, Padre!» (Rm 8,15). También pedimos al Espíritu Santo la gracia de saber aprender unos de otros. También le pedimos que no nos sorprendamos ante los errores y limitaciones de los demás: cada uno de nosotros tiene sus limitaciones y defectos, pero el Espíritu Santo nos ayuda a no escandalizarnos, a buscar siempre maneras concretas de ayudar a los que están equivocados; nos ayuda a mirar siempre con la mirada profunda de los hijos de Dios, es decir, reconociendo en el otro a un hermano, a una hermana.

No quisiera terminar sin agradecer, una vez más, a los médicos, a las enfermeras, a todos quienes en el Policlínico cuidaban de Mons. Javier Echevarría durante su estancia en el hospital, hace casi un año. Sabéis muy bien cuánto rezó por vosotros durante esos días. Estoy seguro de que ahora, desde Cielo, Dios le permitirá estar al lado de cada uno, de vuestras familias, de vuestro trabajo, de vuestras dificultades, para ayudaros a superarlas.

Dentro de un año celebraremos el vigésimo quinto aniversario del Campus Bio-Medico. Desde ahora, durante el año que falta para llegar a esa fecha, demos gracias a Dios por tantas realidades que han superado nuestros sueños, y seguimos soñando con el presente y con el futuro: soñando con los sueños de Dios.

Alabado sea Jesucristo.

Romana, n. 65, Julio-Diciembre 2017, p. 288-289.

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