29 de septiembre
Traslado del cuerpo del beato Álvaro a la basílica de San Eugenio
Los actos romanos de la beatificación de Álvaro del Portillo comenzaron el lunes 29 de septiembre. A las seis de la tarde, el féretro con los restos mortales del beato Álvaro fue transportado desde la cripta de la iglesia prelaticia de Santa María de la Paz, donde reposa habitualmente, hasta la cercana basílica de San Eugenio.
Fieles procedentes de todo el mundo recibieron al beato, que fue llevado en procesión hasta el presbiterio, con un largo aplauso. Tras una liturgia de la Palabra, el prelado del Opus Dei dirigió unas palabras a los asistentes.
«Pienso —dijo Mons. Javier Echevarría— que todos hubiéramos querido llevar el féretro para agradecer al beato Álvaro su vida de entrega y servicio a la Iglesia, su interés por cada uno de nosotros, y por su amor diario a la voluntad de Dios».
«Estamos ante los restos de un hombre, de un sacerdote, de un amigo, que supo dejar todo en las manos de Dios, y por eso vivía siempre tranquilo, feliz. Era un gran comunicador de paz. Pidámosle con sinceridad: ayúdanos a ser testigos del amor que Dios tiene por nosotros», indicó el prelado.
Al finalizar la homilía, Mons. Echevarría bendijo a los asistentes con una reliquia del nuevo beato. A continuación, numerosos fieles se acercaron a la urna donde se depositó el féretro y pasaron por ella estampas, rosarios, fotografías, papeles con peticiones, etc.
Desde el 29 de septiembre hasta el 2 de octubre se sucedieron concelebraciones eucarísticas junto a los restos mortales de Álvaro del Portillo. Según la portavoz de los actos romanos para la beatificación, Mara Celani, sólo en la tarde del día 29 acudieron a esta basílica unas 20.000 personas.
Un signo tangible de la beatificación: 4 proyectos africanos
Durante las jornadas romanas de la beatificación también se pudo visitar la exposición organizada por la ONG Harambee-África sobre el beato Álvaro, instalada en el patio de la basílica de San Eugenio. Además de contar la vida de Álvaro del Portillo, la exposición mostró los proyectos a los que se destinará el importe de las colectas realizadas durante la ceremonia de beatificación.
Se trata de tres proyectos relacionados con la atención a la mujer y a la infancia que surgieron por deseo de Mons. del Portillo en Nigeria, Costa de Marfil y la República Democrática del Congo, así como la creación de un fondo de becas para sacerdotes de África que estudian en Roma.
«Todos, en la medida de lo posible, hemos de ponernos en contacto con las personas que sufren, con los enfermos, con los pobres […], con los que están solos, abandonados». Estas palabras, escritas por el beato Álvaro en 1981, reflejan su deseo por ayudar a los demás y acercar a todos el rostro amable y misericordioso de Cristo. Una pasión que le llevó a promover decenas de iniciativas sociales y educativas por todo el mundo, en los años que estuvo al frente del Opus Dei.
Consideraba que una consecuencia natural de la preocupación por los pobres y por los enfermos debía ser la de «impulsar a promover o a participar en labores asistenciales, con las que se trate de remediar, de modo profesional, esas necesidades humanas y muchas otras».
En palabras de Rosalinda Corbi, coordinadora de la actividad internacional de Harambee, «era necesario compartir el regalo de esta beatificación con las personas que más lo necesitan, y deseábamos llevarlo a cabo de un modo que hubiera complacido tantísimo al nuevo beato, que ya desde joven dedicó mucho tiempo a los enfermos y necesitados».
Romana, n. 59, julio-diciembre 2014, p. 223-225.