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Mensaje para la 31ª Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales (24-I-1997)

Comunicar a Jesús: el Camino, la Verdad y la Vida

Queridos hermanos y hermanas:

Al acercarse el final de este siglo y del milenio, presenciamos una expansión sin precedentes de los medios de comunicación social, con una oferta cada vez mayor de productos y servicios. Vemos la vida de más y más personas influida por el despliegue de las nuevas tecnologías de información y comunicación. Y con todo, existen todavía numerosas personas que no tienen acceso a los medios, antiguos o nuevos.

Aquéllos que se benefician de este desarrollo disponen de un creciente número de opciones. Cuantas más son las opciones, más difícil resulta escoger responsablemente. El hecho es que se da una dificultad creciente para proteger los propios ojos y oídos de imágenes y sonidos que llegan a través de los medios, inesperadamente y sin invitación previa. Es cada vez más complicado para los padres proteger a sus hijos de mensajes insanos, y asegurar que su educación para las relaciones humanas, así como su aprendizaje sobre el mundo, se efectúen de modo apropiado a su edad y sensibilidad, y a la maduración de su sentido del bien y el mal. La opinión pública se ha visto conmocionada por la facilidad con que las más avanzadas tecnologías de la comunicación pueden ser explotadas por quienes tienen malas intenciones. A la vez, ¿cómo no advertir la relativa lentitud por parte de quienes desean usar bien esas mismas oportunidades?

Debemos esperar que la brecha entre los beneficiarios de los nuevos medios de información y expresión, y aquéllos que hasta ahora no han tenido acceso a éstos, no se convierta en otra obstinada fuente de desigualdad y discriminación. En algunas partes del mundo se alzan voces contra lo que se ve como el dominio de los medios por la llamada cultura occidental. Lo que producen los medios se percibe como la representación de valores apreciados por occidente y, por extensión, se supone que presenten valores cristianos. En realidad, en esta cuestión, a menudo el beneficio comercial es el que se considera como primer y auténtico valor.

Además, en los medios parece decrecer la proporción de programas que expresan anhelos religiosos y espirituales, programas moralmente edificantes y que ayuden a las personas a vivir mejor sus vidas. No es fácil permanecer optimistas sobre la influencia positiva de los mass media cuando éstos parecen ignorar el papel vital de la religión en la vida de la gente, o cuando las creencias religiosas son tratadas sistemáticamente en forma negativa y antipática.

Algunos operadores de los medios —en especial los sectores dedicados al entretenimiento— parecen inclinarse hacia un retrato de los creyentes religiosos bajo la peor luz posible. ¿Existe todavía un lugar para Cristo en los mass media tradicionales? ¿Podemos reivindicar un lugar para Él en los nuevos medios?

En la Iglesia, el año 1997, primero de los tres de preparación para el Gran Jubileo del año 2000, se está dedicando a la reflexión sobre Cristo, el Verbo de Dios hecho hombre por obra del Espíritu Santo (cfr. Tertio Millennio adveniente, n. 30). En consonancia, el tema de la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales es «Comunicar a Jesucristo: el Camino, la Verdad y la Vida» (cfr. Jn 14, 6). Este tema ofrece la oportunidad a la Iglesia de meditar y actuar sobre la contribución específica que los medios de comunicación pueden hacer para difundir la Buena Noticia de la salvación en Jesucristo. También da la oportunidad a los comunicadores profesionales de reflexionar sobre cómo los temas y valores religiosos, así como los específicamente cristianos, pueden enriquecer tanto sus producciones en los medios como las vidas de aquéllos a quienes esos medios sirven.

Los actuales mass media se dirigen no sólo a la sociedad en general, sino sobre todo a las familias, a los jóvenes y también a los niños muy pequeños. ¿Hacia qué "camino" apuntan los medios? ¿Qué "verdad" proponen? ¿Qué "vida" ofrecen? Esto interesa no sólo a los cristianos, sino a toda persona de buena voluntad. El "camino" de Cristo es el camino de una vida virtuosa, fructífera y pacífica como hijos de Dios, como hermanos y hermanas de la misma familia humana; la "verdad" de Cristo es la verdad eterna de Dios, que se reveló a Sí mismo no sólo en el mundo creado, sino también a través de la Sagrada Escritura, y especialmente en y a través de su Hijo, Jesucristo, la Palabra hecha carne; y la "vida" de Cristo es la vida de la gracia, ese gratuito regalo de Dios que comparte su propia vida y nos hace capaces de vivir para siempre en su amor. Cuando los cristianos están verdaderamente convencidos de esto, sus vidas se transforman. Esta transformación se manifiesta no sólo en un testimonio personal que interpela y da credibilidad, sino asimismo en una urgente y eficaz comunicación —también a través de los medios— de una fe vivida, que paradójicamente crece al ser compartida.

Es consolador saber que todos los que asumen el nombre de cristianos comparten esta misma convicción. Con el debido respeto por las actividades comunicacionales de cada una de las Iglesias y de las comunidades eclesiales, sería un significativo logro ecuménico que los cristianos pudieran cooperar más estrechamente entre sí en los mass media para preparar la celebración del próximo Gran Jubileo (cfr. Tertio Millennio adveniente, n. 41). Todo debe focalizarse sobre el objetivo fundamental del Jubileo: el fortalecimiento de la fe y del testimonio cristianos. (ibid., 42). La preparación para el 2000º aniversario del nacimiento del Salvador se ha convertido, y lo era ya, en la clave de interpretación de lo que el Espíritu Santo está diciendo a la Iglesia y a las Iglesias en este momento (cfr. ibid., n. 23). Los mass media tienen un significativo papel que cumplir en la proclamación y expansión de esta gracia para la comunidad cristiana en sí y para el mundo en general.

El mismo Jesús que es «el camino, la verdad y la vida», es también «la luz del mundo»: la luz que ilumina nuestro camino, la luz que nos hace capaces de percibir la verdad, la luz del Hijo que nos da la vida sobrenatural ahora y en el tiempo venidero. Los dos mil años que han pasado desde el nacimiento de Cristo representan una extraordinaria conmemoración para la humanidad en su conjunto, dado el relevante papel de la cristiandad durante estos dos milenios (cfr. ibid., n. 15). Sería oportuno que los medios reconocieran la importancia de esa contribución.

Tal vez uno de los regalos más bellos que podemos ofrecer a Jesucristo en el aniversario número dos mil de su nacimiento, sería que la Buena Nueva fuera al fin dada a conocer a cada persona en el mundo —antes que nada a través del testimonio del ejemplo cristiano— pero también a través de los Medios: «Comunicar a Jesucristo: el Camino, la Verdad y la Vida». Que esta sea la aspiración y el compromiso de todos los que profesan la singularidad de Jesucristo, fuente de vida y verdad (cfr. Jn 5, 26; 10, 10 y 28), y quienes tienen el privilegio y la responsabilidad de trabajar en el vasto e influyente mundo de las comunicaciones sociales.

Desde el Vaticano, 24 de enero de 1997

Romana, n. 24, Enero-Junio 1997, p. 12-14.

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