"Camino": cuatro millones de ejemplares
Escribe desde Cuba una señora: «De los regalos que recibí, el que más llegó a mi corazón fue Camino, no sabes con cuánta fe lo leo día a día y cómo me ha servido en estos momentos que estamos viviendo». Y un joven, desde el cinturón industrial de una gran ciudad: «Con respecto a Camino, te diré que lo he leído dos veces, ahora lo está leyendo mi padre, te digo que el mundo sería maravilloso si cada uno siguiéramos esos consejos y llegáramos a esa paz interior». Y un recluso, desde la cárcel: «Cuando llegué a la prisión ya Monseñor Escrivá estaba allí. Le conocí en una emborronada libreta que pasaba de mano en mano. Me lo ofrecieron como un enorme tesoro de fuerza, desde el primer momento de mi cautiverio».
Camino ha alcanzado los cuatro millones de ejemplares. Cuando el Beato Josemaría Escrivá mandó la primera versión a la imprenta, en 1934, lo único que pretendía era facilitar que las personas a las que atendía sacerdotalmente pudieran leer algunas Consideraciones espirituales (tal era el primer título del libro) que él había ido recogiendo por escrito en cuadernos, en cartas y en trozos de papel sueltos. Al publicarlo de nuevo en 1939, sensiblemente ampliado y con su título definitivo, encargó una tirada de dos mil ejemplares. Cinco años más tarde se hizo una segunda edición, esta vez de cinco mil ejemplares. «No sospeché», declaraba el Beato Josemaría a un periodista de Le Figaro en 1966, recordando aquellos primeros pasos del libro, «que treinta años después alcanzaría una difusión tan amplia —millones de ejemplares— en tantos idiomas».
A finales de los años cuarenta, Camino se publica en portugués y en italiano, y a lo largo de la década siguiente aparece también en inglés, catalán, alemán, francés y árabe. Entre 1960 y 1970, Camino empieza a hablar a la gente en japonés, croata, euskera, húngaro, polaco, tagalog, gaélico, gallego, esperanto, maltés, checo y rumano, y de 1970 a 1975 también en indonesio, griego, armeno, ruso, chino, hebreo, finés, esloveno, neerlandés, danés, ucraniano, quechua y lituano.
Algunas de estas traducciones fueron preparadas en circunstancias muy precarias, a causa, en parte, de las trabas que las autoridades de un buen número de países ponían por entonces a la literatura religiosa. Pasado el tiempo, en condiciones de normalidad, han sido cuidadosamente revisadas y se han podido reimprimir con mayor calidad.
Después del fallecimiento del Beato Josemaría, en 1975, Camino ha seguido cruzando fronteras: se ha publicado en coreano, búlgaro, swahili, sueco, bahasa, albanés, amharico, birmano y eslovaco. Actualmente están en preparación las traducciones en bielorruso, cebuano, estón, guaraní, latín, letón, noruego, tamil, thai y vietnamita. En total, Camino se ha publicado en cuarenta y dos idiomas. Hay ediciones para ciegos —en Braille— en castellano, inglés, portugués y alemán. Circula también, por último, una versión audio —en cassettes— de The Way, la traducción inglesa de Camino.
Apuntes personales, retazos de cartas y vivencias apostólicas puestas por escrito esquemáticamente, forman la materia prima de la que, a lo largo de los años treinta, el Fundador del Opus Dei sacará Camino. La mayoría de los 999 puntos que componen el libro tiene una historia concreta: forman parte de un «camino» que el autor ha ido recorriendo. No sin motivo cambió el Beato Josemaría el título del libro en 1939, pues los puntos de Camino son mucho más que «consideraciones»: son vida.
Esto explica, en buena parte, el singular calor humano y espiritual que encierran. «Lee despacio estos consejos. Son cosas que te digo al oído, en confidencia de amigo, de hermano, de padre. Y estas confidencias las escucha Dios», dice el autor en el prólogo. Y enseguida, en el primer punto: «Que tu vida no sea una vida estéril. —Sé útil. —Deja poso. —Ilumina, con la luminaria de tu fe y de tu amor. Borra, con tu vida de apóstol, la señal viscosa y sucia que dejaron los sembradores impuros del odio. —Y enciende todos los caminos de la tierra con el fuego de Cristo que llevas en el corazón».
Precisamente porque su sustancia es algo que se ha vivido y en lo que Dios ha dejado, a través de un hombre santo, su poso permanente, Camino es un libro que se puede meditar durante toda una vida. La experiencia de millones de personas lo confirma.
Romana, n. 24, enero-junio 1997, p. 112-113.