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Alrededor del 26 de junio

Dedicación de una calle en Bari y de una plaza en Roma al Fundador del Opus Dei

El ayuntamiento de Bari (Italia) ha otorgado a una calle de la ciudad el nombre de Viale Beato Josemaría Escrivá. El día 23 de junio a las seis y media de la tarde, con una ceremonia presidida por el alcalde, Simeone Di Cagno Abbrescia, y en la que estuvo también presente el Vicario de la Delegación de la Prelatura del Opus Dei en Roma, Mons. Francesco Di Muzio, se formalizó oficialmente la dedicación de la calle.

En un artículo publicado en la prensa ese mismo día, un periodista destacaba el simbolismo del hecho, «porque el núcleo del mensaje que vivió y enseñó el Beato Josemaría es que todas las situaciones humanas honradas, todos los caminos de la vida en el mundo han sido redimidos por Cristo y, en unión con Él, deben ser transformados en "caminos divinos"». El título del artículo no podía ser más expresivo: Un santo nel bel mezzo della strada.

La decisión del ayuntamiento acoge una solicitud formal firmada por cuatrocientos ciudadanos. En buena parte son vecinos del barrio Poggiofranco, en el que está situada la calle y en el que se encuentra también la Residenza Universitaria del Levante, una iniciativa apostólica de algunos miembros del Opus Dei activa desde 1964.

En la placa que recuerda la dedicación de la calle aparece, bajo el nombre del Beato y el título de "Fundador del Opus Dei", un segundo título de gran valor en esta ciudad: "Peregrino de San Nicolás". El Beato Josemaría, en efecto, visitó varias veces la basílica en la que se veneran los restos del patrón de Bari, y en 1954 celebró en ella la Santa Misa. A la intercesión de San Nicolás acudía ya en los años treinta, y desde entonces, a través del Opus Dei, contribuyó eficazmente a extender por todo el mundo la devoción al santo.


Poco después de las seis de la tarde del 26 de junio, fiesta litúrgica del Beato Josemaría Escrivá, el alcalde de Roma, Francesco Rutelli, y el Obispo Prelado del Opus Dei descubrieron la placa que da el nombre de Largo Josemaría Escrivá de Balaguer a la plaza que se extiende ante la iglesia dedicada al Fundador del Opus Dei. Mons. Javier Echevarría celebró a continuación, en la iglesia, la Santa Misa en honor del Beato Josemaría, a la que asistieron, junto con otros miles de fieles, el alcalde y las demás autoridades congregadas para la ocasión. Entre estas se encontraban algunos parlamentarios así como varios embajadores ante la Santa Sede y ante la República de Italia.

La dedicación de esta plaza es un reconocimiento ciudadano a un sacerdote que se enorgullecía de su condición de «romano». El Beato Josemaría no sólo vivió en Roma los tres últimos decenios de su existencia terrena, en los que siguió siempre con atención entusiasta el pulso vital de los barrios de esta Ciudad Eterna, sino que enseñó a millones de fieles de todo el mundo a venerar la urbe que, por ser la Sede de Pedro, es por antonomasia «católica», es decir, universal.

El alcalde de Roma, en su intervención, glosó algunos de estos aspectos:

Doy las gracias al asesor Piero Sandulli, que ha abierto esta sencilla y hermosa ceremonia con el saludo de la administración municipal, que yo ahora quiero confirmar y que renuevo con mi bienvenida, en esta plaza de un barrio que crece, de un barrio en expansión que se encuentra en una de las zonas más nuevas y más bellas de Roma y que en sí mismo encierra todo un simbolismo, porque el Opus Dei es una realidad joven y este barrio es, de todos los de Roma, uno de los que más niños tiene. En Roma hay tantos barrios en los que las escuelas están de más, porque no hay niños...: más aún, existe el peligro de que haya que cerrarlas. Y hay otros barrios, en cambio, en los que faltan escuelas porque, afortunadamente, hay familias nuevas, hay crecimiento. Éste es uno de los barrios de Roma en que se registra esa expansión, y nosotros tenemos que trabajar para que haya una constante mejora, a pesar de los muchos problemas que nos acechan.

Pienso, por eso, que es bonito que de modo natural se asocie el barrio a una realidad como la vuestra, es decir, a una realidad que tiene una gran vitalidad y juventud y que el año pasado ha celebrado el medio siglo de su llegada a Italia, aunque, observando a las personas que están aquí, veo muchos rostros internacionales, y esto me parece significativo: son rostros que nos recuerdan un mensaje universal.

Os doy la bienvenida, por lo tanto, en esta plaza romana que alberga una iglesia tan bella y que desde hoy llevará este nombre honorable. Doy la bienvenida, de modo particular, a los miembros del Parlamento y a todas las autoridades que han querido participar en esta sencilla ceremonia.

Hay una frase, esculpida en la sede central del Opus Dei, en viale Bruno Buozzi, que dice: «¡Cómo brillas, Roma! ¡Cómo resplandeces desde aquí, con panorama espléndido, con tantos monumentos maravillosos de la antigüedad! Pero tu joya más noble y más pura es el Vicario de Cristo, del que eres la única ciudad que te glorías». Son palabras que hizo escribir, esculpir, el beato Josemaría, y son palabras tan nítidas como estas otras, también suyas: «Hazte cada día más romano, ama esa condición bendita, que adorna a los hijos de la única y verdadera Iglesia, puesto que así lo ha querido Jesucristo» (Forja, 586).

Como usted me decía hace un momento [dirigiéndose al Obispo Prelado del Opus Dei], damos hoy un reconocimiento justo, debido, apropiado a un romano entre los santos. Roma pertenece a sus ciudadanos, pero Roma también pertenece al mundo, y la presencia universal de la Iglesia es patrimonio de Roma y del mundo entero. Hoy llevamos a cabo un gesto muy sencillo, pero a la vez lleno de significado. Yo siento que debo realizarlo no sólo a título personal, no sólo en nombre de la Junta Municipal, sino en nombre de todos los romanos. Y en nombre de todos los romanos doy la bienvenida a tantos no romanos que están ahora aquí y participan en esta hermosa fiesta.

Y termino mi saludo, antes de descubrir esta placa y este título perenne de nuestra vida civil, recordando que, entre las muchas actividades que estáis promoviendo y de las que sois protagonistas en el campo social, en el campo de la solidaridad, en el campo asistencial, para los jóvenes, para la mujer..., hay una muy importante, que habéis emprendido no lejos de aquí, una iniciativa de tipo universitario, de investigación y de asistencia para la salud. Me refiero a la realización del Campus Biomédico. Dentro de muy pocos días podremos aprobar en la Junta Municipal el correspondiente plan, que ha sido minuciosamente preparado y concordado durante todos estos años.

Pienso que también aquí se trata de una colaboración obligada, con un mismo espíritu de servicio. Existen muchos modos de servir a la comunidad: algunos más íntimos, más interiores; otros colegiales, colectivos, públicos; otros que se refieren a nuestra conciencia; otros que consisten en gestos sencillos, como los que nos disponemos a realizar hoy; y otros más complejos, como el nacimiento de un gran centro de asistencia, de investigación y de presencia en el territorio, junto a los enfermos, en el cual ha participado también una parte destacada del empresariado y de la capacidad de iniciativa de la colectividad. Yo creo que todos estos modos de servir a la comunidad son bellísimos ladrillos puestos uno al lado del otro. Ladrillos no sólo bellos, sino dignos, limpios, transparentes, útiles y cristianos. Os doy las gracias.

Por su parte, el Obispo Prelado del Opus Dei pronunció el siguiente discurso:

Participo con emoción y gratitud en esta ceremonia sencilla pero significativa: la dedicación de una plaza de la ciudad de Roma a un sacerdote al que he estado unido por una larga y estrecha convivencia, y con el que tengo una inmensa deuda espiritual: el Beato Josemaría Escrivá, Fundador del Opus Dei.

Agradezco al alcalde de Roma, Francesco Rutelli, su presencia y sus palabras, y al asesor Piero Sandulli la premurosa solicitud con que ha promovido esta ceremonia. Doy las gracias a cuantos hoy, con su presencia, manifiestan el reconocimiento de los romanos al amor que el Beato Josemaría ha demostrado a esta ciudad a lo largo de tantos años de vida sacerdotal. En uno de sus libros, Camino, cuando todavía era muy joven, escribió: «Católico, Apostólico, ¡Romano! —Me gusta que seas muy romano. Y que tengas deseos de hacer tu "romería", "videre Petrum", para ver a Pedro» (Camino, n. 520).

El Padre —como muchísimas personas de todo el mundo solíamos llamar a Mons. Escrivá de Balaguer— amaba intensamente esta ciudad. Se había trasladado aquí en junio de 1946 y aquí había fijado su residencia, para subrayar que la institución que había fundado por inspiración divina era «romana», es decir, católica, universal. Y en Roma, sede del Sucesor de Pedro, centro de la cristiandad, vivió sin interrupción hasta el momento de su tránsito al Cielo, el 26 de junio de 1975.

Desde nuestra ciudad, el Beato Josemaría proyectó e impulsó iniciativas de apostolado cristiano que los fieles de la Prelatura del Opus Dei han llevado a cabo en más de sesenta países de los cinco continentes: obras educativas encaminadas a la formación profesional, humana y espiritual de jóvenes y adultos, de mujeres y hombres de todas las condiciones sociales; iniciativas de asistencia a las gentes más necesitadas de la población urbana y rural, tanto en países desarrollados como en otros menos favorecidos, del llamado Tercer Mundo.

También Roma, tierra de mártires, memoria de santos, ciudad que el Beato Josemaría amaba noblemente, fue destinataria directa de su solicitud de pastor. Además de las actividades de servicio que los fieles de la Prelatura del Opus Dei emprenden, como ciudadanos a título individual —deseo recordar los numerosos programas de voluntariado y asistencia en hospitales y en barrios periféricos— o por medio de variadas formas asociativas, algunas iniciativas destacan por su desarrollo y especial «visibilidad». Todas han sido promovidas por el empuje del Beato Josemaría, también aquellas que han podido comenzar sólo tras su fallecimiento. Pienso en las residencias universitarias, diseñadas para facilitar la formación integral de los estudiantes, tanto de los que viven en ellas como de los que solamente las frecuentan; pienso en el Centro ELIS y en la Scuola Alberghiera SAFI, en el barrio Collatino, instituciones en las cuales, desde hace más de treinta años, se preparan para entrar en el mundo del trabajo muchos jóvenes de la periferia romana, proporcionándoles una sólida preparación en los sectores industrial, de la hospitalidad y de la artesanía. Y deseo referirme también al Campus Biomédico, con el policlínico universitario adjunto, cuya sede definitiva surgirá no lejos de aquí, en Trigoria.

Recuerdo que un destacado representante de la vida italiana dijo un día: «Soy romano: no me arrepiento, pero tampoco me jacto». A mí me gusta pensar que, justamente porque entendía la romanidad en su sentido más elevado, es decir, como universalidad, como catolicidad, el beato Josemaría con razón estaba orgulloso de ser romano.

En Roma y desde Roma, el Beato Josemaría estimuló a los fieles del Opus Dei y a todos los cristianos, de cualquier edad y condición, a informar la sociedad con valores universales, católicos, mediante el ejercicio exacto, generoso y alegre de los deberes cotidianos, la fraternidad vivida con todos, el celo por el bienestar espiritual y material de todas las personas, sin distinción alguna: «Hay una sola raza —solía decir—, la raza de los hijos de Dios».

Las miles de personas presentes en el acto acogieron con aplausos el descubrimiento de la placa del "Largo Josemaría Escrivá de Balaguer". Una hora más tarde, en la iglesia adyacente, rezaban con la misma sencillez al Beato Josemaría durante la Misa que el Prelado del Opus Dei celebraría en su honor.


* Celebraciones litúrgicas en honor del Beato Josemaría

En muchas ciudades del mundo, la fiesta litúrgica del Beato Josemaría Escrivá es la ocasión de que las personas que tienen devoción al Fundador del Opus Dei se reúnan para dar gracias a Dios. Las celebraciones eucarísticas en memoria del Beato Josemaría en torno al 26 de junio son cada año más numerosas.

En Roma, el Obispo Prelado del Opus Dei concelebró el Santo Sacrificio en la parroquia del Beato Josemaría Escrivá; a su vez, el Vicario de la Delegación de la Prelatura en Roma, Mons. Francesco Di Muzio, presidió otra concelebración en la basílica de San Eugenio.

En Bolonia ha sido el Arzobispo de la diócesis de Ferrara-Comacchio, Mons. Carlo Caffarra, el celebrante principal de la Misa solemne que, en la iglesia de S. Petronio, reunió el 26 de junio a 900 personas. «Los santos», dijo Mons. Caffarra en su homilía, «son el quinto evangelio, y es su vida la que da la interpretación correcta de los cuatro primeros. Del mismo modo que una partitura, por mucho que la estudien los musicólogos, no cumplirá el fin para el que fue compuesta mientras no sea ejecutada, la Escritura compuesta por el Espíritu Santo, si no es ejecutada, no alcanzará su objetivo de comunicar a los hombres su íntima belleza. Esa ejecución es la vida de los santos, y en particular la de aquellos santos a los que, como al Beato Escrivá, ha sido dado un carisma fundacional».

Con el Card. Michele Giordano concelebraron, en la catedral de Nápoles, Mons. Di Marzio, Obispo auxiliar de Newark (Estados Unidos), y otros doce sacerdotes. También en muchas otras ciudades de Italia (Trieste, Cosenza, Reggio Calabria, Florencia, San Remo, etc.) los celebrantes principales de las Misas en honor del Fundador del Opus Dei han sido los Obispos locales. Mons. Julián Herranz, Presidente del Consejo Pontificio para la Interpretación de los Textos Legislativos, lo ha sido en la que tuvo lugar en la catedral de Verona.

En Hamburgo se celebró por primera vez, algunos días antes del 26 de junio, la Misa del Beato Josemaría Escrivá. La ceremonia, que tuvo lugar en la catedral, fue presidida por el Arzobispo, Mons. Ludwig Averkamp. En Vilnius, capital de Lituania, el Santo Sacrificio, también en la catedral, fue concelebrado por el Arzobispo, Mons. Audrys Juozas Backis, el Secretario del Nuncio de Su Santidad y el Vicario de la delegación de la Prelatura del Opus Dei en los Países Bálticos. El Card. Simonis, Primado de Holanda, concelebró en Utrecht con el Vicario Regional de la Prelatura y el capellán de la residencia universitaria Lepelenburg.

En la catedral de Sevilla, la más grande de España, el Arzobispo, Mons. Carlos Amigo, celebró una Misa en honor del Beato Josemaría en la que participaron cerca de cinco mil fieles. En la de Madrid fue también el Arzobispo, Mons. Antonio M. Rouco, el 25 de junio por la tarde, quien presidió la concelebración eucarística. Mons. Ambrosio Echebarría, Obispo de Barbastro-Monzón, ofició asimismo una Misa en la catedral de la ciudad natal del Fundador del Opus Dei.

Don Alberto Steinvorth, sacerdote de la Prelatura, celebró una Misa solemne en honor del Beato Josemaría Escrivá en la iglesia del Cenáculo, en Jerusalén, la misma en la que el anterior Obispo Prelado del Opus Dei, Mons. Álvaro del Portillo, celebró su última Misa en la tierra el 22 de marzo de 1994. Unas sesenta personas asistieron a la ceremonia. Entre ellas había tanto árabes como judíos.

Por iniciativa de un grupo de Cooperadores del Opus Dei y amigos, el día 26 de junio a las cinco y media de la tarde se celebró una Misa en honor del Beato Josemaría en la catedral de Lubumbashi, segunda ciudad en importancia de la República Democrática del Congo, en la que la Prelatura no desarrolla todavía una labor estable. Más de trescientas personas asistieron a la ceremonia, que fue celebrada por el párroco de la catedral, abbé Muluka.

En Estados Unidos hubo celebraciones litúrgicas en honor del Beato Josemaría en todo el país, de Los Ángeles a New Canaan (Connecticut) y de Milledgeville (Georgia) a Milwaukee. En la iglesia de St. Mary of the Angels, de Chicago, el Arzobispo de San Salvador, Mons. Fernando Sáenz Lacalle, celebró una Misa a la que asistieron 2.200 personas. En su ausencia, fue su auxiliar, Mons. Gregorio Rosa Chávez, quien ofreció el Santo Sacrificio en honor del Fundador del Opus Dei en la iglesia salvadoreña de San José de la Montaña. En Panamá, los asistentes a la Misa del Beato Josemaría Escrivá, que fue celebrada en la capital por el Arzobispo, Mons. José Dimas Cedeño, fueron unos cuatrocientos.

Las celebraciones reseñadas son sólo una pequeña parte de todas las que han tenido lugar en torno al 26 de junio en los cinco continentes. Para millones de fieles, la fiesta litúrgica del Beato Josemaría es un día señalado del calendario.

Romana, n. 24, enero-junio 1997, p. 0.

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