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Entrevista al diario El País (Madrid), 26 de agosto de 2023

Se reproduce a continuación la entrevista concedida a Daniel Verdú el 27 de junio de 2023. Numerosos extractos del texto y la conversación fueron publicados en la edición de El País Semanal del 26 de agosto de 2023.

¿Qué es hoy el Opus Dei y cómo se está adaptando a los cambios que la sociedad ha ido incorporando a la vida de la gente?

Hoy, como desde que comenzó a existir en 1928, el Opus Dei es una pequeña parte de la Iglesia, formada por hombres y mujeres que procuran seguir a Jesucristo en su trabajo, su familia, su vida ordinaria. Cuando esa fe es auténtica, se convierte en un testimonio cristiano, una catequesis que se suma a la que realizan las parroquias y tantas otras instituciones y personas de la Iglesia.

Sobre el tema del cambio, le diría que las personas del Opus Dei viven en medio de la sociedad y, por tanto, son también agentes de ese cambio permanente. Comparten las alegrías y las penas de los demás y, como los demás, sufren las contradicciones del mundo de hoy, en el que hay avances y retrocesos.

En el trabajo diario, con frecuencia encuentro noticias de todos los continentes, tanto positivas como sobre sufrimientos producidos por la enfermedad, las injusticias, los conflictos familiares, laborales, económicos… Lo experimento también en los viajes fuera de Roma.

Los primeros cristianos son un ejemplo sobre cómo adaptarse a las circunstancias de tiempo y lugar: con libertad y fidelidad creativa.

Ciertamente, muchas cosas han cambiado en el Opus Dei en sus casi cien años de historia, manteniendo lo esencial, es decir el espíritu. El Opus Dei, pongamos por caso, de 1940, estaba centrado en España y con un número muy reducido de miembros; ahora, en 2023, se encuentra establecido en 68 países, con un carisma encarnado en lugares y culturas diversas.

¿Usted cómo cree que es percibido hoy el Opus Dei, especialmente en la sociedad española, donde hay un imaginario más consolidado?

Yo creo que hay diversidad. La mayoría de la gente que conoce la Obra nos tiene aprecio. Especialmente cuando conoce las labores que se hacen: sociales, de educación, de servicio… Cuando conocen a personas individualmente, porque las realidades son las personas. Incluso cuando piensan de otro modo. Pero luego hay otros ambientes en los que puede haber más crítica, ya sea por un prejuicio: no en el mal sentido, sino por una concepción que se tiene de la historia de la Iglesia y de su papel en el mundo que puede desembocar en una valoración no positiva. Es comprensible que haya aspectos que no encajen en el modo de pensar de algunas personas. Pero es el pluralismo. Lo importante es respetarnos: siempre podemos colaborar.

¿El Opus Dei ha intentado en los últimos años cambiar esa tónica, con la transparencia?

La transparencia es clave. Porque no hay nada que ocultar. Y también porque esa es la tendencia de la cultura actual: todo lo que no es transparente parece que sea misterioso.

¿Cómo les gustaría ser percibidos?

Me gustaría que fuésemos percibidos como sembradores de paz y alegría: como personas con las que es fácil cultivar la amistad y que, con su fe, desean mejorar la sociedad; como cristianos orientados al servicio; como hombres y mujeres acogedores, que ofrecen esperanza, de mentalidad abierta.

Naturalmente, errores e incoherencias personales forman parte de la vida. También por esto las críticas ayudan a mejorar, cuando tienen fundamento y vienen desde el conocimiento de la realidad.

Me gustaría que se percibiera mejor la variedad de las personas del Opus Dei desde el punto de vista social y cultural. A veces se pone el foco en una persona de relevancia pública, y no en otras cien que tienen dificultades para llegar a fin de mes. En algunos casos se ha hecho del Opus Dei una lectura estereotipada, basada en clichés, que no ayudan a comprender una realidad más amplia y plural.

También desearía que se comprendiera aún más que las personas del Opus Dei son libres y responsables. Sus méritos o errores en su actuación profesional, o en la vida civil, por ejemplo, se deben atribuir a él o a ella, como sucede con cualquier otro católico. Las opiniones o decisiones de un político de izquierdas o derechas son suyas y solo suyas, no atribuibles a la Iglesia o a una institución; son realidades que se mueven en planos diversos. Históricamente, este mecanismo de atribuir la actuación personal a la pertenencia a un camino espiritual ha favorecido equívocos que se prolongan hasta hoy.

¿Cómo interpretaron el cambio de vínculo con la Santa Sede que el Papa establece a través del motu proprio Ad charisma tuendum? El Papa asegura que busca que la autoridad de la organización esté «basada más en el carisma que en la autoridad jerárquica».

Carisma y jerarquía se complementan en la Iglesia, no son dos términos alternativos sino complementarios. Los carismas tienen su razón de ser en el servicio que prestan al conjunto de la Iglesia. De ahí que, para difundirlos en la Iglesia y en el mundo, se suelan traducir en realidades institucionales.

El discernimiento de los carismas corresponde a la autoridad de la Iglesia, y de la autoridad de la Iglesia ha dependido el Opus Dei en cada uno de sus pasos institucionales. Con la reforma de la curia, el Papa Francisco ha promovido cambios en numerosas instituciones y organismos para favorecer una evangelización más dinámica. Esa es la finalidad del motu proprio que usted menciona. Por eso, estamos trabajando para responder fielmente a esta petición del Papa, sabiendo, por poner un ejemplo, que lo esencial no es que el prelado lleve o no cruz pectoral, sino que los fieles del Opus Dei y otras personas puedan vivir plenamente este carisma dentro de la Iglesia.

¿Se redefinirá el papel del Opus Dei con la Santa Sede después de este motu proprio del Papa?

Lo que pidió el Papa en el motu proprio era algo bastante concreto. Se ha hecho un congreso para contar con el parecer de todo el mundo en esa petición. Habrá algunos retoques interesantes, pero que no afectan a las cuestiones sustanciales del carisma del Opus Dei. Ahora no podemos concretar, porque está en manos del Papa y no sería correcto hablar.

¿Le parece entonces esta petición algo más formal?

Sí y no. Los cambios principales (por ejemplo, cambia el organismo de la Santa Sede competente para las prelaturas personales) afectan a lo organizativo, no a la sustancia del Opus Dei. Y al mismo tiempo el documento papal llama a reforzar lo sustancial: promover el carisma del Opus Dei, para aumentar el dinamismo evangelizador.

La medida ¿no disuelve la especificidad de la obra dentro de la Iglesia católica? Eso ¿puede considerarse también como un elemento positivo?

Permítame que disienta amablemente. La especificidad del Opus Dei descansa en el carisma o espíritu, más que en su “ropaje jurídico”. En su núcleo se encuentra la llamada universal a la santidad a través del trabajo y las realidades ordinarias de la vida. El Papa, en Ad charisma tuendum, se refiere a este mensaje como un «don del Espíritu recibido por san Josemaría», es decir como un carisma. Repito: esta es la especificidad realmente relevante. De hecho, con este motu proprio el Papa Francisco confirma la bula Ut sit, con la que Juan Pablo II erigió el Opus Dei en prelatura: modifica dos aspectos accidentales y confirma el carisma esencial.

Característico del Opus Dei es un rasgo tan ordinario como el trabajo: la relevancia del trabajo como lugar de encuentro con Dios, ya sea en Silicon Valley o en los suburbios de Kinshasa, ya sea haciendo de maquinista en el metro de Madrid o de maestro o maestra en una escuela en la periferia de cualquier metrópoli.

Por lo demás, el Opus Dei no desea ser una excepción dentro de la Iglesia. Sus propuestas jurídicas han buscado la fórmula que más se ajustara a la realidad de unos laicos que, por una llamada vocacional y con la atención pastoral de los sacerdotes, quieren seguir a Cristo en el ámbito de las realidades familiares, laborales, sociales, etc., en el marco de sus respectivas iglesias particulares. El hecho de que hasta ahora haya sido la única prelatura personal ha podido percibirse como algo “excepcional”, pero desde luego no es eso: al contrario, pienso que sería muy bueno que hubiera otras prelaturas personales que contribuyeran a la evangelización de numerosos ámbitos especialmente necesitados de inspiración cristiana.

Muchos ven en la decisión del Vaticano la eliminación de un privilegio, una cierta degradación y un gesto de una Iglesia más progresista hacia un mundo más conservador. De un viejo conflicto entre jesuitas y Opus Dei.

Al Papa Francisco le hicieron una pregunta similar, y señaló que era una interpretación mundana, ajena a la dimensión religiosa. Pienso que demasiadas veces se tiende a una lectura de la realidad en clave de poder y polarización, con grupos que se oponen y no se entienden. Sin embargo, en la Iglesia la lógica que debe imperar es la del servicio y la colaboración. Todos remamos en la misma barca, abiertos a ser ayudados para mejorar.

Sobre el viejo conflicto que menciona, personalmente le puedo decir que soy antiguo alumno del colegio de la Compañía de Jesús en Madrid, y estoy muy agradecido por la formación y el ejemplo que recibí de los jesuitas.

¿Cómo es el diseño de estatutos que han remitido al Papa y cómo han trabajado en esta cuestión? ¿Qué cambiará de ahora en adelante?

En abril —como le decía— hemos celebrado en Roma un congreso general del Opus Dei, en el que se ha perfilado una propuesta de ajustes a los estatutos, de acuerdo con la expresa petición del Papa, para ser entregada a la Santa Sede. En esta tarea nos han guiado dos criterios fundamentales: la fidelidad al carisma de san Josemaría y la adhesión a la voluntad expresada por el Santo Padre. Como pedía el Papa en el motu proprio, se ha procurado expresar con más claridad la dimensión carismática del Opus Dei, que se vive y se realiza en comunión con las iglesias particulares y con los obispos que las presiden. Pero corresponde a la Santa Sede la aprobación y promulgación de esos cambios, por eso es lógico que yo no añada otros detalles.

El Opus Dei ha jugado un papel protagonista en la España de las últimas décadas: en la política y en la economía. ¿Cómo definiría usted la España actual?

Dos cosas. Una es que la Obra como tal no ha influido en la política. Sí pueden haberlo hecho algunas personas del Opus Dei que, con plena libertad, piensan y actúan como han querido, como cualquier otro católico. Después, debo decirle que estando aquí en Roma no lo sigo muy de cerca. Pero veo algunas cuestiones importantes, por ejemplo en el plano de la libertad de educación, que han creado una situación complicada, como pasa en otros sitios. Lo importante es que todos sepamos convivir. Habría que colaborar más para difundir un ambiente de convivencia. Cada uno tiene que defender sus ideas, pero no atacando a las personas que piensan lo contrario.

Entonces, ¿ha echado de menos más libertad?

Hay en España una cierta radicalización de las oposiciones. Cosa que en Italia sucede menos. Va con el carácter.

¿No le parece que en España quizá no se ha separado bien la religión y la política?

Es difícil de valorar. Es difícil juzgar con la mentalidad actual una época del pasado, hay que tener una perspectiva histórica muy fina. Si no, fácilmente se critican situaciones pasadas que en ese momento no eran tan negativas. Ahora lo serían, pero quizás no entonces. Y no por relativismo, sino porque las circunstancias determinan muchas veces la mentalidad de las personas y los modos de funcionar.

Están ustedes preparando el centenario del Opus Dei. ¿Qué tipo de contribución hará el Opus Dei a la sociedad en los próximos años?

La que hará la gente en singular. La Obra se promueve a través de las personas. El Opus Dei en cuanto tal no hace muchas cosas: su principal actividad es dar formación cristiana a la gente. Y luego la gente toma las iniciativas sociales que vea oportunas. ¿Cómo será? Pues dependerá de la gente. La sustancia espero que no cambie y que se acomode a la realidad de cada momento. Hay que adecuarse a las necesidades del momento.

En los últimos tiempos ha cambiado la percepción en la sociedad de los abusos cometidos en el seno de la Iglesia. ¿Cómo se ve este asunto trascendental desde la prelatura del Opus Dei?

Es algo muy triste. Además de subrayar lo lamentables que son estos abusos y delitos (¡uno solo ya causa mucho dolor!), desearía también poner en evidencia la labor realizada en los últimos años por el Papa y la Santa Sede a través de disposiciones netas y claras: hoy, gracias a Dios, la Iglesia universal y la mayoría de instituciones de la Iglesia cuentan con protocolos y directrices para erradicar y combatir eficazmente estos abusos, que dejan heridas profundas y a veces insalvables.

Los protocolos de la prelatura, por ejemplo, son de 2013 y yo mismo los actualicé en 2020. Son un instrumento para generar conciencia de los derechos y necesidades de los menores y de las personas vulnerables, y evitar así cualquier riesgo de explotación, abuso sexual o maltrato en todas las actividades que se llevan a cabo en los centros de la Prelatura, y que deseamos que inspiren también a todas las actividades que se desarrollan en instituciones que reciben algún tipo de apoyo pastoral por parte del Opus Dei.

Por los misterios de la naturaleza humana, este tipo de instrumentos (en la Iglesia y en la sociedad) no son un seguro de que nunca vaya a pasar nada malo, pero desde luego contribuyen a crear una nueva cultura y una referencia clara: quien comete un crimen de este tipo, ahora sabe a qué atenerse.

También por motivos comprensibles se han puesto en la opinión pública muy de relieve esos abusos en la Iglesia, cuando es algo mucho más generalizado en la sociedad. Hay ámbitos sociales en los que esta realidad triste y lamentable está más difundida. Casos concretos en sacerdote son muchos, pero comparados con los miles y miles y centenares de miles de sacerdotes que han dado su vida trabajando son proporcionalmente pocos. Pero sí, hay que combatirlo con los medios que sea posible.

Romana, n. 77, julio-diciembre 2023, p. 200-205.

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