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Beata Guadalupe: un aplauso a Dios

El domingo 19 de mayo, mientras concluía en Madrid la Misa de acción de gracias por la beatificación de la química madrileña Guadalupe Ortiz de Landázuri, el Papa Francisco dirigía el rezo del Regina Coeli desde la ventana de los apartamentos pontificios que se asoman a la plaza de San Pedro, en Roma.

El Papa anunció que acababa de ser beatificada en Madrid esta «fiel laica del Opus Dei, que sirvió con alegría a sus hermanos y hermanas mediante la enseñanza y el anuncio del Evangelio». El pontífice recordó que el testimonio de la nueva beata es «un ejemplo para las mujeres cristianas comprometidas en actividades sociales y en la investigación científica». Y concluyó: «¡Demos un aplauso a la nueva beata!».

Este número de Romana va impregnado de agradecimiento al Santo Padre por la decisión de beatificar a Guadalupe, la cual puso lo que estaba de su parte por responder a la llamada de Dios para santificarse en sus tareas ordinarias y servir a los demás a través del trabajo, la amistad y las relaciones sociales.

Quiere ser también un escrito de agradecimiento especial a la beata Guadalupe, que nos deja un ejemplo vivo de santidad en la normalidad. Su profunda alegría cristiana, también ante las dificultades que le tocó vivir, y otras virtudes, abren un camino ilusionante en el que muchos otros cristianos podremos encontrar inspiración.

Pero, por encima de todo, este ejemplar del boletín querría ser un aplauso agradecido a Dios, artífice de la santidad, que nadie alcanza con sus propias fuerzas, sino que es —como recuerda frecuentemente el Papa Francisco— fruto de la gracia de Dios y de nuestra libre respuesta.

Terminamos con la súplica que recoge la oración colecta de la misa de la beatificación: «Oh Dios, que has dado a la beata Guadalupe la gracia de transformar su trabajo cotidiano en lugar de encuentro con Cristo y de servicio al prójimo, concédenos, siguiendo su ejemplo, transmitir a nuestros hermanos la fe y la alegría. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos».

Romana, n. 68, Enero-Junio 2019, p. 13-14.

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