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Viajes pastorales

Viaje a Panamá para participar en la Jornada Mundial de la Juventud del 24 al 27 de enero

Mons. Fernando Ocáriz aterrizó en Ciudad de Panamá el día 24. Algunos fieles del Opus Dei y voluntarios de la JMJ le acompañaron a la capilla, donde pocos días antes, el 21, el arzobispo metropolitano, José Domingo Ulloa, había inaugurado en el Aeropuerto Internacional de Tocumen una placa que recuerda a los santos y beatos que llegaron al país a través de este aeropuerto.

El texto dice: «En recuerdo del paso por este Aeropuerto Internacional de Tocumen - Panamá, de: san Juan Pablo II, Papa; san Óscar Arnulfo Romero, arzobispo; san Josemaría Escrivá de Balaguer, Fundador; santa Madre Teresa de Calcuta, Fundadora; beata María Romero Meneses, religiosa; beato Álvaro del Portillo, obispo y de otras insignes personas que hicieron de su vida un servicio a la Humanidad».

«Así queda para la historia que grandes personajes han pasado por este aeropuerto», señaló en el acto el arzobispo.

La placa continúa: «Siendo Arzobispo de Panamá S.E.R. Monseñor José Domingo Ulloa Mendieta, se devela esta placa en conmemoración de la visita de Su Santidad el Papa Francisco, del 23 al 27 de enero de 2019, y de la primera imagen peregrina de Nuestra Señora del Rosario de Fátima, en ocasión de la Jornada Mundial de la Juventud».

San Josemaría pasó por Panamá en febrero de 1975. Viajaba de Venezuela a Guatemala en un viaje de catequesis y el avión aterrizó en el Aeropuerto Internacional de Tocumen. La labor de la prelatura en Panamá no había iniciado aún. Con san Josemaría viajaba también el beato Álvaro del Portillo.

A continuación Mons. Ocáriz rezó ante una imagen de la patrona de Panamá, santa María la Antigua, y fue al centro de convivencias Cerro Azul. Al llegar, saludó a las fieles del Opus Dei que le esperaban en el Centro de Capacitación Tagua, que promueve proyectos educativos en beneficio de la mujer panameña.

El día 25, el prelado acudió al Centro Universitario Entremares, cercano al Campo Santa María La Antigua, epicentro de algunas de las principales reuniones de la Jornada Mundial de la Juventud.

En Entremares celebró la santa Misa. En la homilía hizo alusión a la festividad de la conversión de san Pablo. Animó a los presentes a pedir al apóstol por la conversión de cada uno de los asistentes a los actos con el Santo Padre: «No solo por conversiones de gente que no tiene la fe sino también para que cada uno de nosotros dé pasos adelante hacia el Señor».

Tenemos que desear «la conversión permanente», señaló. «Como san Pablo, nos encontramos continuamente con el Señor, que nos dice: ‘¿A qué esperas? ¿Por qué te retrasas?’ Pidamos al Señor que nos haga reaccionar». Solicitó también oraciones por los cristianos perseguidos o que encuentran especiales dificultades.

Mons. Ocáriz se trasladó luego al Centro de Convenciones Vasco Núñez de Balboa, donde tuvo su primera tertulia de catequesis en el marco de la JMJ. Al comienzo, se entretuvo unos minutos con un grupo de jóvenes que habían acudido desde Venezuela. A la primera catequesis asistió un numeroso grupo de chicas procedentes de diversos países: desde Panamá hasta Filipinas.

Nada más comenzar, el prelado pidió oraciones por el Papa Francisco. También habló sobre la alegría, diciendo que «nuestra finalidad es querer cada día más al Señor» y que estando cada uno en su sitio es donde le espera la felicidad. «Es posible sufrir, es posible llorar, pero ¿estar tristes?, no», dijo el prelado. También habló sobre la vocación que Dios tiene para cada una y cada uno. «Hay que tener valentía para querer, no solo para ver. Cuando decimos ‘sí’ al Señor, es por una gracia interior. No hay que temer porque la vocación, cualquier vocación, es un don que Él nos hace».

Por eso, «hemos de poner de nuestra parte ese ‘sí quiero’. Luego, hay que dejarse aconsejar, hacer oración y acudir con toda la frecuencia que se pueda a la Eucaristía». También habló de libertad: «Porque para comprometerse hay que hacerlo libremente. El compromiso es un modo de ejercer la libertad», recordó.

Finalmente, mencionó la importancia de la amistad. «Cuando hay verdadera amistad, hay interés por la otra persona. Si es verdaderamente amiga —dijo a una de las participantes respondiendo a una pregunta—, ella se interesará por tus cosas y tú por las suyas. Ése es un punto de partida y, poco a poco, la amistad se convierte en apostolado; y juntas os acercaréis al Señor».

Tras recibir a algunas familias, el prelado tuvo por la tarde otro encuentro de catequesis con universitarios. Varios centenares de jóvenes, la mayoría de Centroamérica, llenaban la sala.

Durante la catequesis, Mons. Ocáriz señaló que «san Josemaría nos ha recordado que podemos encontrar al Señor en los momentos de la vida ordinaria. La santidad está al alcance de todos: en el trabajo, en el deporte, en la familia… en todo». Y añadió: «A veces no entendemos eventos que nos ocurren o que ocurren en el mundo. Para eso, ayuda tener fe».

Uno de los asistentes pidió al prelado una reflexión para los jóvenes que están considerando la vocación al celibato apostólico. «Si una persona ve que es el camino que Dios le señala —por las circunstancias, por los signos y por los consejos de quienes la conocen—, que se lance a ello», le respondió. «No hace un favor a Dios con el celibato apostólico. Es Él quien nos está haciendo un don. Recuerda lo que Jesús dijo a la Samaritana: ‘Si conocierais el don de Dios, y quién es el que te lo da...’».

Un joven nicaragüense mencionó las dificultades que atraviesa su país. «No hay que perder la esperanza —respondió el prelado—. Rezad, porque rezando ya hacemos mucho. La cruz es un misterio, no la entendemos. Es cuestión de fe».

El prelado concluyó la catequesis con una llamada al optimismo: «No hemos de desanimarnos; san Josemaría nos enseñó a comenzar y recomenzar. Recomenzar siempre acudiendo en primer lugar a donde está la fuerza: en la confesión y en la Eucaristía; en las buenas amistades; en el consejo…».

Costa Rica, del 27 al 29 de enero

El prelado llegó a San José el día 27 de enero. En el Centro Universitario Miravalles le esperaban varias familias para darle la bienvenida.

En uno de los encuentros con miembros y amigos del Opus Dei habló sobre la necesidad de no tener miedo a Dios y de hablarle como a un amigo: «La Sagrada Escritura da numerosas veces el consejo de no temer a Dios, y de sabernos siempre acompañados por Él. San Josemaría decía que quien tiene miedo no sabe querer. No temamos si Él nos pide más de lo que queremos dar».

El lunes 28 Mons. Ocáriz mantuvo varios encuentros de catequesis en los que subrayó, entre otros temas, la importancia de la alegría: «El deseo de Dios es que estemos contentos, que nuestra alegría sea completa; esto se logra con su gracia y ayuda. Para ser felices hay que tener un corazón enamorado de Dios y Él nos dará la fuerza para querer a todos: familia, amigos y compañeros».

Contestando a una pregunta de una madre sobre el papel de la familia el prelado decía: «Tú misma te has dado cuenta de que lo más grande que podemos hacer es dar a conocer a Cristo, tratarlo y llevarlo a todas partes en respuesta a todo lo que Él nos ha dado; principalmente en la propia familia».

Resaltó también el valor de la fraternidad en las familias y entre amigos: «Ser amigo, marido o madre requiere un esfuerzo espiritual. Para entender a quienes están a nuestro alrededor, primero debemos ver en ellos lo bueno, lo positivo, lo mejor de cada uno. Todos valemos muchísimo y ante esa realidad no caben distinciones: las diferencias deben llevarnos a querernos y valorarnos más».

Respondiendo a una pregunta sobre cómo hablar a los jóvenes recién casados para que perseveren en su matrimonio, señaló que «cuando un matrimonio se rompe muy rápido es porque falta amor. El amor no es la ilusión inicial, que pasa; el amor es desear el bien de la persona. Debemos enseñar qué es el amor a los más jóvenes».

El día 29, Mons. Fernando Ocáriz estuvo de tertulia con universitarios y jóvenes profesionales en el Centro Universitario Miravalles. Sugirió a los presentes que dieran «gracias a Dios por la formación cristiana que recibís, sabiendo que la formación no termina nunca. El fin de esa formación es identificarnos con Jesucristo y esa formación debemos recibirla con una actitud activa, para que lleguemos a tener los mismos sentimientos de Cristo».

El prelado les recordó que continuaran rezando por el Papa Francisco, y «por todo el mundo, pues hay sitios donde lo están pasando verdaderamente mal. Que esto os mueva a tratar mejor a los demás y a cuidar la fraternidad, en casa y con los amigos».

Uno de los presentes preguntó cómo descubrir lo hermoso de la virtud de la pureza. «El sexo no es algo oscuro —respondió—. Pero por ser una realidad tan buena, tan grande y tan noble, su corrupción es fatal. En cambio, si luchamos por vivir ordenadamente esa realidad, nos llenamos de alegría, de capacidad de pensar en los demás. Todos tenemos que luchar, sin desanimarnos. Así será hasta el final de nuestros días».

Preguntado sobre el fenómeno vocacional señaló que ninguna persona es indiferente al Señor. «Dios para todos tienen un plan. No depende del entusiasmo; no hay que confundir la seguridad de la vocación con el entusiasmo. Es la respuesta a una llamada de Dios».

Otras cuestiones que se plantearon a lo largo del encuentro fueron sobre cómo proteger más la dignidad de la mujer en una sociedad donde no se le respeta suficientemente o sobre cómo incluir el respeto a la creación en nuestro camino a la santidad.

En otra catequesis con mujeres que frecuentan los medios de formación que ofrece el Opus Dei, el prelado les habló sobre la importancia de «afrontar todas las situaciones de nuestra vida, alegrías y tristezas, del mismo modo en que lo haría Jesús».

Una estudiante de educación preescolar, preguntó cómo navegar adecuadamente en las redes sociales. «Puedes estar presente —fue la respuesta— y hacerlo de manera muy positiva. Al mismo tiempo, te exigirá mucho dominio de ti misma, para no dedicarle más tiempo del necesario».

Una de las presentes, venida desde Guatemala, preguntó sobre cómo confiar en la voluntad de Dios, cuando no es fácil de aceptar. «Efectivamente —dijo el prelado— Dios tiene un propósito para cada uno que muchas veces nos es difícil de comprender, porque el Señor permite contrariedades y fracasos. San Josemaría, que tuvo mucho que sufrir, nos enseñó que podemos llorar o no entender muchas cosas, pero que no debemos admitir la tristeza. Si tenemos fe, creemos en el gran amor de Dios por nosotros. Dios nos quiere santos, que no significa ser perfectos; Él nos quiere con nuestros defectos, pero siempre luchando».

Otra estudiante universitaria contó cuánto le había impactado ver en la JMJ la cantidad de jóvenes de diferentes latitudes que conforman la Iglesia. «Eso nos debe ayudar —dijo Mons. Ocáriz—, a ver en los demás el amor que Dios tiene por cada uno. Procuremos verlos con sus ojos. A veces puede resultar un poco complicado, pero se logra pidiéndole a Dios esa caridad para tratar a cada persona».

Además, el prelado recordó que para tratar a la gente que no comparte la misma fe, primero hay que quererla y pensar que Dios se quiere dirigir a ellos a través de nosotros, «no porque seamos mejores, sino porque hemos recibido más de Dios. Debemos rezar por las personas alejadas de Él».

Nicaragua, 30 de enero

El prelado aterrizó en Nicaragua a primera hora de la mañana, para mantener dos encuentros de catequesis en Managua, en los centros culturales La Rivera y Villa Fontana.

En la reunión con fieles y cooperadoras del Opus Dei señaló que «la fe y el amor de Dios nos deben llenar de seguridad, de esperanza, de alegría y cuando viene el sufrimiento —la contrariedad pequeña o grande—, siempre podemos unirnos a la cruz del Señor. Cualquier situación, ofrecida al Señor, hace que Jesús lo tome como suyo y le dé un valor inmenso».

Una de las promotoras del centro educativo en Diriamba contó al prelado que habían comenzado hace 19 años. El prelado les animó a continuar ofreciendo formación humana y cristiana a muchas mujeres, «porque todo lo que se hace por Dios es eficaz. Él ya cuenta con nuestras dificultades y los frutos surgen muchas veces sin que lo notemos». Una de las alumnas recordó cómo Diriamba le ayudó a descubrir a Dios porque no practicaba ninguna religión. El 26 de mayo del 2018, cuando Nicaragua estaba en medio de una fuerte crisis política, se bautizó, llenando así su vida de una nueva esperanza.

A la pregunta de si una madre de familia entre sus numerosos quehaceres puede descubrir su vocación, Mons. Ocáriz respondió que «sí que es posible. La vocación la da Dios y para Él no hay imposibles. Como decía san Josemaría, a Dios le ‘interesan las personas que tienen mucho que hacer y no tienen tiempo’, ya que son personas entregadas y que se dan a los demás».

Al terminar, el prelado aseguró que reza a diario por el país, para que la gente se acerque a Dios y desee la paz.

En el segundo encuentro, Mons. Fernando Ocáriz invitó a los asistentes a «no perder nunca la alegría y la esperanza. San Josemaría nos señalaba que ‘lo que se necesita para conseguir la felicidad, no es una vida cómoda, sino un corazón enamorado’. Un corazón enamorado es fuente de esperanza».

Al considerar el horizonte amplísimo de la evangelización en Nicaragua, dijo que «puede parecer que somos pocos para lo mucho que hay que hacer. Pero la fuerza de Dios es más grande. Que el trabajo por hacer y la paz que hay que sembrar os lleve a rezar más, a perdonar más». En este sentido, le preguntaron sobre cómo aprender a perdonar cuando el ambiente es difícil. «Teniendo los mismos sentimientos de Jesucristo ante las demás personas. En tiempos también complejos, san Josemaría rezaba así: ‘Que yo vea con tus ojos, Cristo mío’. Tú podrás encontrar la fuerza para perdonar en la Eucaristía».

Puerto Rico, 31 enero al 3 de febrero

El prelado del Opus Dei llegó a San Juan el día 31 de enero. El primer encuentro de catequesis lo celebró en la Escuela de Hotelería Monteclaro, con las mujeres que allí estudian y trabajan. Recordando la JMJ, Mons. Ocáriz dijo que «un buen propósito para cualquier joven que haya estado allí sería rezar mucho por el Papa».

El viernes 1 de febrero, después de celebrar la santa Misa en esta Escuela de Hotelería, Mons. Ocáriz se trasladó a San Juan, donde saludó a un grupo de familias. Posteriormente, en el atrio del centro educativo Puertorreal, charló con sacerdotes y seminaristas de varias diócesis.

Uno de los asistentes preguntó cómo superar los momentos de cansancio y desánimo. «No podemos confundir la alegría con el entusiasmo», contestó Mons. Ocáriz. «Para lograr esto hay que profundizar el trato con Jesucristo». Terminó recordando la necesidad de que lleguen muchas vocaciones para el sacerdocio.

A última hora de la tarde, un centenar de jóvenes escucharon la catequesis del prelado. Uno preguntó cómo saber lo que Dios quiere de nosotros. «Lo que Dios quiere primero es que hagamos lo que tenemos que hacer», es decir, cumplir nuestros deberes. Le animó a tener un horario para mejorar en el orden: «Si tienes un plan de vida, tendrás fuerza, serenidad y alegría».

El sábado 2 de febrero, fiesta de la presentación del Señor, el prelado celebró la Misa en el oratorio de la residencia Paloblanco. Glosando los textos de la fiesta litúrgica se detuvo en las palabras del anciano Simeón: «“Ahora puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto al Salvador”. Nosotros hemos de desear ver a Dios: verle en la Eucaristía, verle en las circunstancias ordinarias, verle en las personas con las que nos encontramos… Así pondremos a Cristo en la cumbre de las actividades humanas».

Esa mañana mantuvo una catequesis con mujeres que frecuentan los medios de formación cristiana del Opus Dei. Una recordó que se cumplían 50 años del comienzo de la labor en Puerto Rico: «¿Qué espera de nosotras?». «Lo importante —respondió el prelado— es lo que espera Dios de nosotros; y lo que espera es que seamos fieles a la propia vocación».

Al final de la tarde, en otro encuentro de catequesis, Mons. Ocáriz habló de la oportunidad de ver la voluntad de Dios también en las contradicciones: «La fe se aplica a lo que no se entiende y no se ve. Sin embargo, también allí se manifiesta el amor de Dios».

Uno de los asistentes, quien junto a otros está comprometido en sacar adelante el colegio Sonsoles Summit Academy preguntó cómo superar los retos que se vayan presentando. Mons. Ocáriz explicó que «el primer medio que hay que poner es la fe. Luego, no desanimarnos con las negativas cuando se pide la colaboración para estas iniciativas».

Entre una cita y otra, Mons. Ocáriz pudo saludar a varias familias que manifestaron su agradecimiento por la ayuda que reciben de las actividades de formación y acompañamiento espiritual que se ofrece desde los centros de la prelatura.

El 3 de febrero, último día en Puerto Rico, el prelado celebró Misa en Monteclaro. En la homilía, habló sobre la serenidad que da saberse hijos de Dios. Posteriormente, tuvo un encuentro con los promotores y juntas directivas de varias iniciativas. Algunos le contaron anécdotas de las diversas acciones humanitarias que se han hecho tras el paso del Huracán María por la isla.

Al impartir la bendición dijo que «no nos separamos nunca porque el mismo Cristo nos une». A su salida de Paloblanco, se encontró a un buen grupo de profesoras, alumnas y familias que habían acudido a despedirle.

Zaragoza (España), 29 de marzo al 1 de abril

Monseñor Fernando Ocáriz comenzó el día 29 de marzo un viaje pastoral a Zaragoza, la ciudad donde se forjó la vocación al sacerdocio de san Josemaría. Tras acudir a rezar a la imagen de la patrona en la santa Capilla, se desplazó al Palacio Arzobispal para saludar al arzobispo de la ciudad, monseñor Vicente Jiménez.

El prelado fue invitado a besar la imagen de la Virgen del Pilar después de la bienvenida de varios canónigos y del saludo del penitenciario, don Pedro José Gracia, que le dirigió ante los fieles unas palabras llenas de cariño.

Minutos después el prelado dejó escrito en el libro de visitas de El Pilar: «Con gran agradecimiento a la Santísima Virgen del Pilar, he rezado a Ella por la Santa Iglesia, por el Papa y por todo el Opus Dei, acudiendo también a la intercesión de san Josemaría. Recordando los años que vivió san Josemaría en esta ciudad y lo mucho que aquí rezó, pido también a la Virgen por toda la ciudad de Zaragoza».

El sábado 30, monseñor Ocáriz concelebró la Eucaristía en la iglesia del antiguo seminario de san Carlos, lugar en el que san Josemaría fue ordenado sacerdote el 28 de marzo de 1925. Participaron unas quinientas personas.

El himno a la Virgen del Pilar cerró una ceremonia solemne, cantada por la Capilla de Música Nuestra Señora del Pilar. Entre otros concelebrantes figuraron don Carlos Palomero, director de la Casa sacerdotal de san Carlos y el rector de la iglesia, don Carlos Tartaj, junto a don Ramón Herrando, vicario regional del Opus Dei y don Pablo Lacorte, vicario del Opus Dei en Zaragoza.

En la homilía, el prelado puso como ejemplo la vida de oración perseverante de san Josemaría, y animó a los presentes hacer una oración desde la necesidad de ser ayudado, con acciones de gracias y petición de perdón.

El prelado se reunió por la tarde con jóvenes, a los que pidió oraciones por el Papa Francisco —durante esos días en Marruecos—, e impulsó a aprovechar la formación cristiana que reciben para identificarse con Jesucristo. «El Señor quiere que estemos contentos. Cada uno de nosotros es una persona que interesa al Señor. Para todos tiene un plan; tiene deseos. Tiene el deseo de que seamos felices», explicó el prelado. El secreto de esa felicidad, según monseñor Ocáriz, es el servicio: «Servir es lo que hace feliz a la gente. El egoísmo, en cambio, no da la felicidad. San Josemaría dice en una de sus homilías que la tristeza es la escoria del egoísmo; en cambio servir, darse a los demás, produce una gran alegría», subrayó.

El prelado animó a los jóvenes a vivir contentos, aunque tengan errores y defectos, «porque el Señor nos quiere como somos», y aunque se vean obligados a ir contracorriente. «Contracorriente fue Jesús. Contracorriente fueron los apóstoles y todos los que han querido ser fieles al Señor. Contracorriente, no por nuestras fuerzas sino porque el Señor está con nosotros», incidió.

La decana del colegio mayor Peñalba le preguntó cómo afianzar su fe. Mons. Ocáriz recordó que la fe es un don de Dios, y que «todos experimentamos cierta oscuridad en la fe. Los apóstoles sienten la necesidad de tener más fe y se la piden al Señor».

Varias intervenciones llegaron de residentes o antiguos del Colegio Mayor Miraflores. Uno de ellos, musulmán, nacido en Marruecos, agradeció la formación que reciben a través del Opus Dei los voluntarios que le ayudan desde hace años en un proyecto social de la ONG Cooperación Internacional.

Un enfermo, con una discapacidad que le limita mucho, agradeció el cariño que recibe en el Club Jumara, «mi segunda familia», y preguntó qué podía hacer como agradecimiento. El prelado le dijo: «Muchísimo. Reza, ofrece las dificultades, que el Señor acoge y les da un gran valor. Él te quiere muy cerca de la cruz y así eres muy eficaz, que Dios te bendiga».

Monseñor Fernando Ocáriz se reunió el domingo 31 con varios grupos de personas llegadas de varias ciudades de la región, a quienes habló de la necesidad de vivir siempre alegres y de reconquistar la libertad para amar y hacer el bien. El prelado saludó además al comité directivo de los colegios Montearagón y Sansueña, a representantes de las escuelas de formación agraria y a las asociaciones de padres y madres, y charló con un grupo de familias.

El escenario de los encuentros fue el pabellón del colegio Montearagón, decorado para la ocasión con una ilustración de la Virgen del Pilar y otros motivos alusivos a ciudades de Aragón y La Rioja.

En esas tertulias el prelado compartió la alegría vivida el día anterior al celebrar la misa en la iglesia del seminario de san Carlos, recordando al fundador del Opus Dei y considerando «tantísima oración que hacía en esa iglesia cuando intuía que el Señor quería algo de él y no sabía lo que era». Mons. Ocáriz recordó cómo san Josemaría repetía entonces las jaculatorias Domina ut sit!, y Domine ut videam!, y, sin saber lo que Dios quería de él, ponía «el futuro y la incertidumbre en manos de Dios».

El domingo por la tarde, monseñor Ocáriz se reunió con fieles de la prelatura y sacerdotes de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz. Pidió oraciones por el Papa y, a la pregunta de un sacerdote diocesano, respondió que «la Iglesia es sobre todo Jesucristo, con toda su fuerza salvadora». Pidió a todos oración y preocupación por las vocaciones sacerdotales, «sin miedo a plantear la posible vocación»y teniendo en cuenta que «sin Eucaristía no hay Iglesia y sin sacerdotes no hay Eucaristía».

A media tarde se dirigió al colegio Sansueña, donde fue recibido por el comité directivo. El prelado bendijo las instalaciones de educación infantil, escribió una dedicatoria y charló con los responsables de las asociaciones de padres y madres.

El prelado aprovechó la celebración litúrgica del domingo Laetare de Cuaresma para recordar la necesidad de vivir con alegría. «Toda nuestra vida tiene que estar impregnada de alegría, también cuando es momento de penitencia, cuando hay motivo de sufrimiento, cuando las cosas cuestan. Me viene a la cabeza aquella expresión de san Josemaría: No es lícito pensar que sólo podemos hacer con alegría el trabajo que nos gusta. Podemos y debemos hacer con alegría todo», subrayó.

Aunque el cristiano se vea en la tesitura de ir contracorriente, el prelado señaló que «es lo normal», y recordó que Mons. Javier Echevarría decía a menudo: «¡Cuánta gente buena hay en el mundo! También hay ignorancia, pero mucha gente buena que nos está esperando».

Mons. Ocáriz aprovechó una de las preguntas para hablar de cómo hacer compatible la libertad y la entrega a Dios. «Cuando vemos lo que cuesta, lo que nos contraría un poco, lo que el Señor nos pide y nos supone esfuerzo porque humanamente nos gustaría hacer otra cosa, en ese momento hay que recuperar, reconquistar la libertad, y no sentirnos obligados, sino hacer las cosas por amor», expuso. Y señaló que el Papa Francisco tiene una gran esperanza en que el Opus Dei se dedique especialmente «a cierto tipo de periferias que son las inmensas clases medias de la sociedad, que es la mayoría de la gente».

Nápoles (Italia), 1 de junio

El prelado del Opus Dei viajó a Nápoles, donde estuvo con miembros y amigos del Opus Dei. También acudieron personas de Calabria y Puglia.

Como es habitual en sus viajes de catequesis, Mons. Fernando Ocáriz escuchó a quienes le contaban sobre su vida laboral o familiar, y respondió a las preguntas de aquellos que le pedían consejo.

Por ejemplo, uno le preguntó: «¿Cómo ayudar a un amigo para acercarse a Dios?». El prelado le respondió que «en general, para ayudar a la gente tenemos que rezar más. A veces nos preguntamos qué puede faltar a esta o aquella persona, qué más podríamos hacer por ellos. Y la respuesta es casi siempre la misma: recemos más».

Una señora contó que tiene dificultades para conciliar su vida de trabajo fuera de su casa y el cuidado de la familia. Mons. Ocáriz dijo que «es un problema que encuentran todas las personas que tienen muchas cosas que hacer, pero hay que aceptar que no siempre podremos hacer todo lo que nos gustaría».

«Puede ayudar —continuó el prelado— establecerse una jerarquía de prioridades: la familia, en general, suele ser más importante, aunque el trabajo es también necesario. Por eso, hace falta darse un orden: cuando nuestro día está ordenado, encontramos tiempo para hacer más cosas. Es como hacer una maleta: si uno mete las prendas sin cuidado, caben pocas cosas. Por eso, orden con flexibilidad».

Un joven planteó cómo acercar a los amigos a la fe usando las redes sociales. El prelado señaló que san Josemaría hablaba del «apostolado epistolar». Aunque hoy ya no se envían cartas, las redes sociales o el correo electrónico pueden ser herramientas muy útiles para mantener el contacto con los amigos: preguntar cómo están, pedir oraciones, felicitar en los aniversarios, etcétera. «Cuando hay afecto sincero entre amigos, la amistad será siempre profunda, real».

Romana, n. 68, Enero-Junio 2019, p. 75-84.

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