Vivir santamente la vida ordinaria
Se cumplen 50 años de la homilía Amar al mundo apasionadamente, que san Josemaría pronunció el 8 de octubre de 1967 durante una Misa al aire libre celebrada en el campus de la Universidad de Navarra (España). Se trata de un texto especialmente elaborado por el fundador del Opus Dei, que presenta de manera sintética algunos aspectos centrales de su mensaje espiritual: la santificación del trabajo y de la vida ordinaria.
El trabajo y el hogar, el estudio y la investigación, el amor humano y la familia, el descanso y el deporte, el arte y la cultura en todas sus formas —recuerda san Josemaría— son el verdadero lugar de la existencia cristiana y ocasión de encuentro con Dios. «Allí donde están vuestros hermanos los hombres, allí donde están vuestras aspiraciones, vuestro trabajo, vuestros amores, allí está el sitio de vuestro encuentro cotidiano con Cristo. Es, en medio de las cosas más materiales de la tierra, donde debemos santificarnos, sirviendo a Dios y a todos los hombres», afirma el fundador del Opus Dei.
Dios ama apasionadamente el mundo salido de sus manos. En el lugar donde él mismo se encarnó es donde nos espera cada día. Jesús nos enseña, con el ejemplo de sus treinta años de vida oculta, que el trabajo es medio de santificación. Cristo actúa en cada bautizado: su amor transforma el mundo desde sus entrañas, a través de un trabajo vivificado por la caridad, modelado por las virtudes cristianas y humanamente bien hecho. Por eso «cuando un cristiano desempeña con amor lo más intrascendente de las acciones diarias, aquello rebosa de la trascendencia de Dios».
En nuestras manos, como en las de Cristo, el trabajo puede convertirse en oración y en servicio a los hombres. Así, las situaciones cotidianas, incluso las que pueden parecer más vulgares, transformadas por el amor, se convierten en medio y ocasión de encuentro continuo con el Señor, pues en todas ellas «hay un algo santo, divino, escondido», recuerda san Josemaría en esa homilía.
Los cristianos, «en y desde las tareas civiles, materiales, seculares de la vida humana», hemos de reconciliar todas las cosas con Dios, colocando a Cristo en la cumbre de todas las actividades humanas: «en un laboratorio, en el quirófano de un hospital, en el cuartel, en la cátedra universitaria, en la fábrica, en el taller, en el campo, en el hogar de familia y en todo el inmenso panorama del trabajo, Dios nos espera cada día».
Romana, n. 65, julio-diciembre 2017, p. 258.