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Segunda jornada sobre santidad laical: “Santidad, matrimonio y familia” (Roma, 26-V-2022)

El 26 de mayo se celebró en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz una jornada de estudio sobre la santidad laical: la segunda, en continuidad con la que en 2019 fue dedicada a siete laicos de la segunda mitad del siglo XX o de los primeros años del XXI, casi todos fallecidos en edad muy temprana, que van camino de los altares. En esta ocasión, los modelos de santidad laical a los que se ha rendido homenaje son cinco, correspondientes, en conjunto, a diez personas, pues se trata de cinco matrimonios: los beatos Luigi Beltrame Quattrocchi y Maria Corsini, italianos, y los siervos de Dios Jozef y Wiktoria Ulma, polacos, Eduardo Ortiz de Landázuri y Laura Busca Otaegui, españoles, Franco Bono y Maria Rosaria De Angelis, italianos, y Cyprien Rugamba y Daphrose Mukasanga, ruandeses.

Intervinieron en el acto, además de un expositor por cada uno de los matrimonios (por lo general, un amigo de la familia, en algún caso el postulador de la causa), el cardenal Marcello Semeraro, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, y la profesora Carla Rossi Espagnet, de la universidad que acogía el evento.

Introduciendo la jornada, el cardenal Semeraro señaló que «la santidad de los esposos es ciertamente la santidad de dos personas distintas, pero al mismo tiempo nos presenta una santidad que podemos llamar comunitaria». También quiso recordar el caso de aquellos matrimonios en los que uno de los cónyuges vive la fe y el otro no, como santa Mónica y su marido o Charles Péguy y su mujer: cuando se da una situación de este tipo, dijo, con frecuencia la santidad de uno acompaña al otro a la fe. Citando al Papa Francisco, presentó el matrimonio como «una barca inestable pero segura». Añadió que la vocación matrimonial es exigente, pero es vocación, es decir, llamada divina. En este contexto, recordó una frase de san Josemaría: «¿Te ríes porque te digo que tienes “vocación matrimonial”? —Pues la tienes: así, vocación».

Carla Rossi Espagnet hizo algunas consideraciones sobre la permanencia, e incluso el crecimiento, de la gracia sacramental a lo largo de todo el tiempo de relación entre marido y mujer, más allá del día de la boda. Concluyó afirmando que el matrimonio es una aventura emocionante, en la que, como le gusta repetir el Papa, se pasa del «yo» al «nosotros», y que en consecuencia no es casualidad que todos miren con ternura a los matrimonios ancianos.

Tras la intervención de la profesora Carla Rossi Espagnet comenzó una mesa redonda en la que se expusieron los elementos fundamentales del testimonio de santidad que han dejado las cinco parejas a las que la jornada había sido dedicada. A pesar de la evidencia de ciertas características comunes, como la oración conjunta, el amor por la Santa Misa o la apertura a la vida, no es fácil encontrar en sus historias patrones similares o «recetas» unívocas para la santidad matrimonial. Cada uno de esos matrimonios, en un momento determinado de su vida —incluso después de años muy difíciles desde el punto de vista de la serenidad conyugal—, decidió que vivirían juntos el evangelio día a día y dejó así, de hecho, un profundo surco de caridad y fidelidad en su entorno.

«Su vida era muy ordinaria, pero consiguieron poner a Cristo en el centro de su relación porque comulgaban todos los días», dijo Paola Dal Toso, profesora de la Universidad de Verona, hablando de los beatos Luigi Beltrame Quattrocchi y Maria Corsini. «Se veían a sí mismos como un bloque, vivían su vida terrenal con el pensamiento perenne de hacer feliz al otro».

Jozef y Wiktoria Ulma, conocidos como «los samaritanos de Markowa», murieron martirizados, junto con sus hijos, por haber acogido a hebreos en su casa durante la persecución nazi. Sin embargo, como puso de relieve en la jornada de la Universidad de la Santa Cruz el sacerdote Witold Burda, postulador de su causa de canonización, no es solo el heroísmo en el instante final lo que los convierte en modelo de santidad: «fueron fieles al evangelio»,dijo, «no solo en los últimos momentos de su vida, sino en cada día de su matrimonio».

Del doctor Eduardo Ortiz de Landázuri y su esposa Laura Busca Otaegui habló Francesco Calogero, postulador de su causa y docente de la Pontificia Universidad de la Santa Cruz. «Laura, licenciada en Farmacia, supo construir una familia cristiana que acogió a muchos hijos; Eduardo trabajó como médico, destacando siempre por el trato lleno de caridad que dispensaba a los pacientes», afirmó.

«En la diócesis todos hablaban de Franco y de María Rosaria tras su muerte, y todos hablaban bien. Algo había que hacer… Rezaban con insistencia a Dios, a través de la intercesión de san Francisco, que se hicieran santos juntos», dijo Pietro Romeo, vicario general de la diócesis de Locri-Gerace y postulador de la causa de Franco Bono y Maria Rosaria De Angelis, hablando de ellos. Ambos ejercieron la medicina en Locri: él como cardiólogo, en el hospital; ella como médico de cabecera, en los hogares de todos los que la necesitaran. Tuvieron cinco hijos.

Muy emocionante fue el recuerdo de la vida de Cyprien Rugamba y Daphrose Mukasanga, mártires del genocidio ruandés en 1994. Fueron asesinados, con seis de sus hijos, en su casa, ante la Eucaristía, por los soldados de la guardia presidencial. En un momento de división fratricida entre hutus y tutsis, la coherencia con la fe les había impedido decantarse por una etnia o por otra, a pesar de las consecuencias negativas (aislamiento social, pobreza y, finalmente, muerte violenta) que esa opción había de comportar. Resumió sus vidas el profesor belga Jean-Luc Moens, viejo amigo de la familia, sobre la que ha escrito un libro.

Tras la mesa redonda, Mons. Fernando Ocáriz, prelado del Opus Dei y Gran Canciller de la Universidad, intervino brevemente, como se refiere en la sección “Del Prelado” de este boletín.

Romana, n. 74, Enero-Junio 2022, p. 97-99.

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