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Familia y ecología humana

Los fieles y cooperadores de la prelatura del Opus Dei están recorriendo en 2015 un año mariano por la familia. Como recordó Mons. Javier Echevarría en la fiesta de la Sagrada Familia, «es importante que cada día recemos por todas las familias del mundo, y que recemos para que las naciones acojan con pleno derecho esa ley natural que viene de Dios». El año mariano supone una buena ocasión para «poner en las manos de la Virgen todas las necesidades de la Iglesia y de la humanidad, y secundar fielmente las intenciones del Papa», añadía el prelado.

La familia cristiana cuenta con una misión insustituible: «Los hijos educados en su seno serán el día de mañana cristianos verdaderos, hombres y mujeres íntegros capaces de afrontar con espíritu abierto las situaciones que la vida les depare, de servir a sus conciudadanos y de contribuir a la solución de los grandes problemas de la humanidad, de llevar el testimonio de Cristo donde se encuentren más tarde» (San Josemaría, Es Cristo que pasa, n. 28).

A este propósito, el Papa Francisco, en la encíclica Laudato si’ también recuerda algunos de los numerosos servicios que la familia aporta al cuidado de la “casa común”, dentro de esa “ecología integral”, empezando por la difusión «de una cultura de la vida frente a una cultura de la muerte». Es en los hogares donde «se cultivan los primeros hábitos de amor y cuidado de la vida, como por ejemplo el uso correcto de las cosas, el orden y la limpieza, el respeto al ecosistema local y la protección de todos los seres creados». La familia también es, recuerda el Papa, «el lugar de la formación integral», «de la maduración personal». Los «múltiples ataques a los que está expuesta» la institución familiar contrastan con la cultura del encuentro que esta promueve en la sociedad: «Se aprende a pedir permiso sin avasallar, a decir “gracias” como expresión de una sentida valoración de las cosas que recibimos, a dominar la agresividad o la voracidad, y a pedir perdón cuando hacemos algún daño». Estos gestos de sincera cortesía ayudan, según el Romano Pontífice, «a construir una cultura de la vida compartida y del respeto a lo que nos rodea» (Laudato si’, n. 213).

Romana, n. 60, enero-junio 2015, p. 10.

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