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Palabras con ocasión de la elección del Papa Francisco (13-III-2013)

Para los católicos de todo el mundo es un momento de gran alegría: nuestro nuevo Papa Francisco es el 266 sucesor de Pedro. Desde que se ha visto la fumata blanca le hemos recibido con profunda gratitud y, ahora, siguiendo el ejemplo de Benedicto XVI, le manifestamos incondicional reverencia y obediencia. Y también nuestro cariño y nuestras oraciones, en continuidad con las que hemos rezado con el Papa en su primera aparición desde la Logia de las Bendiciones de la Basílica de San Pedro.

En esta hora de emoción, en la que se toca la universalidad de la Iglesia, reafirmo al nuevo Romano Pontífice una completa adhesión a su persona y a su ministerio, seguro de expresar así los sentimientos de los fieles —laicos y sacerdotes- de la Prelatura del Opus Dei. Todos nos encomendamos a las oraciones de Su Santidad, para contribuir eficazmente, con disponibilidad alegre, a la tarea de evangelización que el Papa ha mencionado en su primer saludo a la Iglesia.

En estas semanas de espera serena, se ha hablado mucho de la carga que pesa sobre los hombros del Santo Padre. Pero no olvidemos que el Papa cuenta con la ayuda de Dios, con la asistencia del Espíritu Santo y con el afecto y la plegaria de los católicos, y de millones de personas de buena voluntad.

Como aconsejó siempre San Josemaría Escrivá, ruego al Señor hoy muy especialmente para que todos los cristianos tengamos “una misma voluntad, un mismo corazón, un mismo espíritu: para que «omnes cum Petro ad Iesum per Mariam!» —que todos, bien unidos al Papa, vayamos a Jesús, por María” (Forja, 647).

@ Mons. Javier Echevarría

Prelado del Opus Dei

Romana, n. 56, Enero-Junio 2013, p. 84.

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