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TOT: Training of trainers

En 2003, con la ayuda de la Fundación Kianda y de la Unión Europea, nació el proyecto TOT: Training of Trainers (Formación de formadores) para que mujeres de Ngarariga, Riara y Ngong —tres poblaciones de Kenia- puedan convertirse en promotoras y propietarias de micro-empresas, y mejorar así las necesidades económicas de sus familias.

Desde entonces y hasta 2009, 1.297 mujeres se han beneficiado del programa. La mayor parte tienen entre 25 y 50 años de edad; algunas superan los 60. Éste segundo grupo son abuelas que necesitan trabajar de nuevo porque se han hecho cargo de sus nietos huérfanos, cuyos padres han muerto de SIDA.

El proyecto lo llevan a cabo universitarias que estudian ciencias empresariales o económicas. Las estudiantes asesoran a las señoras por un período de 6 meses para ayudarles a solucionar cualquier problema, estudiar las iniciativas y valorar la capacidad de desarrollo futuro. Además, la Fundación Kianda las pone después en contacto con programas de microcrédito y les ayudan a conseguir préstamos para mejorar sus negocios.

Tras la orientación inicial, en una segunda fase comienzan las sesiones sobre cómo lograr un negocio próspero: planificación, elaboración presupuestaria, contabilidad, marketing, viabilidad económica y ahorro. Cada estudiante se encarga de ayudar a un pequeño grupo de participantes a planear su propia empresa.

Las mujeres participantes valoran mucho el Programa porque aprenden a llevar sus negocios de forma profesional y mejoran su nivel de vida. Aprecian de modo especial las sesiones sobre life skills o virtudes humanas y cristianas que se transmiten, porque descubren cómo mejorar su carácter, su modo de trabajar y de educar a sus hijos. Todo esto redunda positivamente en la propia familia.

Espíritu generoso para enfrentarse a los problemas

Tanto la iniciativa TOT como la Fundación Kianda se inspiran en las enseñanzas de San Josemaría, fundador del Opus Dei. Este texto del santo impulsó a las universitarias que colaboran en la iniciativa: “Es necesario que la Universidad forme a los estudiantes en una mentalidad de servicio: servicio a la sociedad, promoviendo el bien común con su trabajo profesional y con su actuación cívica. Los universitarios necesitan ser responsables, tener una sana inquietud por los problemas de los demás y un espíritu generoso que les lleve a enfrentarse con estos problemas, y a procurar encontrar la mejor solución” (Conversaciones con Mons. Escrivá de Balaguer, n. 74).

“Explico a las voluntarias —dice Susan Kinyua, directora del programa— cuál es la situación de las mujeres de la zona y cuál es nuestro objetivo. Luego tienen una serie de sesiones sobre desarrollo y adquisición de hábitos. Durante este tiempo, las estudiantes visitan las viviendas de las 80 mujeres que accederán al programa del curso y les piden que respondan a un cuestionario”.

A la mayoría de las estudiantes universitarias, el hecho de participar en el proyecto les ha ayudado a trabajar con mentalidad profesional: han aprendido a aprovechar mejor el tiempo, a ser constantes en sus tareas y responsables con las obligaciones contraídas. Comentan que les gustaría dar una dimensión social a sus profesiones introduciendo, por ejemplo, determinadas metas para mejorar el desarrollo de la comunidad en las organizaciones, en las que trabajen el día de mañana.

Planes de microfinanciación

La educación y el acceso a los medios de emancipación económica son cuestiones clave. Las mujeres necesitan poder solicitar créditos y adquirir los conocimientos necesarios para mejorar la productividad de sus actividades. Los planes de micro-financiación son un modo de ayudar a las mujeres que han demostrado repetidamente su capacidad para devolver los préstamos. La falta de oportunidades es una de las características de quienes viven en condiciones de pobreza extrema.

“Queremos que la mujer sea protagonista del desarrollo económico”, comenta Susan Kinyua. “Recuerdo a una señora que se quedó viuda, perdió todo y tuvo que dejar a sus hijos con la abuela de los niños porque no tenían dónde vivir. Pensó que si permanecía sola podría arreglárselas para vivir en cualquier sitio. Gracias al proyecto Trainer of Trainers, pudo iniciar un pequeño comercio y comprar una casa en la que hoy vive con sus hijos”.

La Fundación Kianda —responsable de la iniciativa- es una organización educativa, sin ánimo de lucro, constituida en 1961 para la promoción del bienestar educativo, social y espiritual de las mujeres de Kenya. Sus acciones responden a la petición del Papa Benedicto XVI, que se ha referido frecuentemente en sus escritos a la necesidad de una solidaridad concreta: “Siempre se darán situaciones de necesidad material en las que es indispensable una ayuda que muestre un amor concreto al prójimo (…). Esta labor tan difundida es una escuela de vida para los jóvenes que educa a la solidaridad y a estar disponibles para dar no sólo algo, sino a sí mismos” (Deus Caritas est, 25-12-2005, nn. 28-30).

Algunas historias reales del TOT

Grace Wahu Nding’uri (Limuru): telas, exportación de flores y leche para la familia

Wahu está casada y tiene dos hijos pequeños. Antes de tomar parte en el proyecto TOT, Wahu tenía una máquina de coser y se dedicaba a hacer pequeños arreglos. Sus ganancias no subían de 1.000 KSh. —chelín kenyata— al mes (unos 10 Euros). Después de hacer el curso, Wahu pudo comprar telas y hacer los vestidos; esto aumentó mucho su clientela. Animada por esta experiencia, decidió lanzarse a la producción de flores y alquiló un terreno: actualmente las flores le proporcionan 5.000 KSh. al mes. Con los ahorros y un préstamo, que ya ha amortizado, compró con su marido un cuarto de acre de tierra en Kinangop. Luego compró una ternera por 10.000 KSh. y espera tener leche antes de final de año. Además de aumentar los ingresos, tendrá leche para la familia y ha podido trasladar a sus hijos a una escuela mejor. Su comentario era: “Maisha yangu imebadilika kabisa!” (¡Mi vida ha cambiado totalmente!).

Tabitha Wangari Kinyanjui (Ngong): electricidad, peluquería y planes de inversión

Wangari está casada y vive con sus dos hijos en un barrio de chabolas que se llama Mathare, en el pueblo de Ngong. Cuando la madre de Wangari se quedó ciega, su padre los abandonó y su madre tuvo que sacar a los niños adelante sola. En 2008, conoció Kianda Foundation por medio del proyecto TOT. Cuando acabó el curso, su marido, que es carpintero, le construyó un pequeño local de hojalata (mabati) en el que instaló su peluquería. Pudo conseguir un préstamo de 16.000 KSh. (unos 160 euros) para conectar la electricidad en su casa y en su peluquería. Luego compró un secador de pelo para hacer peinados con trenzados y nuevas técnicas que se pagan muy bien. Ahora, sus ingresos son suficientes para sostener a su familia, comprar comestibles, ropa y cubrir las demás necesidades del hogar. Este año quiere comprar una cocina de gas. Ante el éxito de Wangari, su marido también puso una carpintería, con dos amigos suyos.

Mary Maithya (Ngong): de las berzas a la venta de plátanos al por mayor

Mary trabajaba como modista, pero el marido abandonó la familia y les dejó sin casa y sin lugar donde continuar con su negocio. Tenía cuatro máquinas de coser pero ningún sitio donde trabajar. Dependían de la generosidad de vecinos y amistades. En 2007 supo de la existencia del programa TOT a través de una amiga y decidió participar. Al empezar el curso, sólo contaba con los ingresos por la venta de sukuma wiki (berzas), porque no requería mucho capital, pero solamente ganaba entre 50 y 100 KSh. diarios (entre 0.50 y 1 euro). Había pensado empezar un centro de enseñanza de Corte y Confección, porque tenía máquinas de coser pero después del curso, al hacer sus cálculos, se dio cuenta de que ganaría más vendiendo verduras, cereales, parafina, carbón vegetal y frutas, porque son productos que la gente necesita a diario: ahora gana unos 500 KSh. diarios. Compra plátanos sin madurar, los madura poco a poco y los vende también al por mayor. Su hijo mayor ha acabado los estudios superiores, gracias al aumento del negocio. El segundo está estudiando en un College. Además, en 2009 se reunió nuevamente con su marido.

Agnes Kigondu (Kagongo): la venta de pollos y el derecho de pedir ayuda

Agnes, madre de cuatro hijos, antes de participar en el Programa TOT, se dedicaba a lavar ropa para aumentar los ingresos familiares. También cultivaba una pequeña parcela de tierra, pero solo podía contar con agua de lluvia. Al terminar el training, Agnes decidió hacer uso del agua de un pozo en el vecindario y visitó al técnico agrícola de la zona para pedir ayuda. No se le había ocurrido que la gente pobre puede tener acceso a las oficinas del gobierno y ahora acude con seguridad sabiendo que está en su derecho. Plantó patatas, alubias y maíz y las cosechas han mejorado mucho. Durante la época de Navidad, vendió pollos, actuando como agente, ya que no eran de su propiedad. Compraba un pollo por 230 KSh. a un proveedor, y lo vendía a 260 KSh. a los hoteles. Entre el 12 de diciembre y el 1 de enero consiguió ganar 6.000 KSh. También tiene 10 gallinas que le proporcionan siete huevos al día. Usa algunos para su familia y el resto los vende a sus vecinos. Recibe unos 40 KSh. diarios con la venta de huevos. La mejor lección que aprendió en el training fue la de elaborar un presupuesto para economizar gastos y utilizar bien sus ingresos, conseguidos con tanto esfuerzo. Tiene una cuenta de ahorros en Kiambu y piensa comprar una vaca lechera y 200 pollos. Está estudiando si pedir un préstamo o esperar a tener toda la cantidad ahorrada para realizar sus sueños.

Priscilla Wanjiru Njenga (Kamirithu): las cuentas a rajatabla

Priscilla es una mujer mayor de Kamirithu. Antes de asistir a un curso básico de TOT, vendía ropa usada en el mercado de Limuru que abre dos días por semana. No tenía conocimientos de marketing y guardaba sus piezas, que solían estar sucias y arrugadas, en un montón en el suelo. Después del training, optó por abrir una “boutique” en su pueblo, Kamirithu, con excelente resultado. Muestra su ropa —seleccionada y limpia, bien planchada— colgada en perchas por tipos (mujeres, hombres, niños…). Va al mercado central donde importan la ropa de segunda mano al por mayor, y allí selecciona la que quiere vender. Tiene además mucho gusto para combinar blusas, faldas, pañuelos, etc. Antes con suerte sacaba 1.000 KSh. en una semana. Ahora gana una media de 30.000 KSh. al mes. Esto le va a permitir ampliar el negocio, alquilando espacio al lado para tener más variedad de artículos. Lleva a rajatabla el diario de cuentas, como aprendió en el curso. Suele decir que TOT cambió su vida; ahora entiende qué quiere decir margen de ganancias, marketing, contabilidad, ahorro, entre muchas otras cosas.

Mary Wambui Wamwenja (Kagongo): siete hijos y un marido “DDO”

Wambui tiene unos cincuenta años, es madre de siete hijos y también abuela. Para ganarse la vida hacía cualquier trabajo ocasional: cavar una huerta, lavar ropa, trabajar en una casa. Pero escaseaban estos trabajos y lo peor era que algunas personas se aprovechaban de la facilidad de mano de obra y tardaban en pagar o incluso no lo hacían. Al llenar el cuestionario para empezar el training, y ser preguntada sobre el “trabajo del marido”, contestó con humor: “DDO” o “Daily Drinking Officer” (Oficial de bebedor a diario). Wambui está muy contenta después del training, porque ahora cultiva distintas clases de verduras, como perejil, kales (berzas), hojas de calabaza, arrow roots (tubérculos típicos de África, muy nutritivos) y los vende en el mercado dos días por semana. Trae agua del río para regar. Los días que no va al mercado, vende a los vecinos. Hasta ahora ha conseguido ahorrar 5.000 KSh., compró un tanque para recoger lluvia (ya que no les llega agua allí) que le costó 8.000 y compró también una mesa y un mantel. Ver lo que hacía su mujer supuso un desafío para su marido, que por su parte vendió un pequeño terreno que tenía y compró una vaca y una cabra. A Wambui le dio 2.000 KSh., el primer dinero que le entregó en toda su vida de casados. Además de los conocimientos de gestión, valora mucho lo que aprendió sobre el aprovechamiento del tiempo. También ha mejorado en sus relaciones con sus vecinos, lo que ha contribuido a la mejora de su negocio, y a vivir en paz.

Romana, n. 50, enero-junio 2010, p. 168-172.

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