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En el acto de colocación de la primera piedra del Campus Biomédico en Trigoria, Roma, 30-XI-2004

San Josemaría Escrivá de Balaguer explicaba que el Opus Dei nació en los hospitales de Madrid; que la fuerza para cumplir la Voluntad de Dios le había venido de la oración de los enfermos, a los que dedicaba una parte no pequeña de su tiempo —asistiéndolos, consolándolos, admistrándoles los sacramentos—, al tiempo que con mucha fe, convencido del valor sobrenatural del dolor, les pedía que ofrecieran sus sufrimientos por una intención que daría mucha gloria a Dios.

Comprenderéis, por eso, mi alegría al participar hoy en esta ceremonia que marca el comienzo de la construcción del nuevo Policlínico Universitario, donde se llevará a cabo —con más medios, con mayor eficacia y extensión— el trabajo que desde algunos años se desarrolla en la sede de Via Longoni al servicio de los enfermos.

Siento también el deber de recordar con especial gratitud al queridísimo Obispo Mons. Álvaro del Portillo, mi predecesor de santa memoria, que animó con particular afecto el nacimiento de esta iniciativa.

Ya se ha recordado que esta primera piedra del Policlínico es también el punto de partida de la sede definitiva de la Universidad Campus Biomédico, iniciativa que —como todas las que reciben la asistencia espiritual de la Prelatura del Opus Dei— tiene un planteamiento profesional y civil, y al mismo tiempo una clara identidad cristiana. Estoy seguro de que todos en esta Universidad, cada uno en su propio campo, se empeñarán en ofrecer un servicio leal y eficaz a la sociedad y en iluminar la vida de los hombres de nuestro tiempo, a través del esfuerzo, de un trabajo bien hecho, de un estudio serio y riguroso y, en particular, a través de una investigación científica movida por un sincero amor a la verdad, que muestre la armonía entre la razón y la fe, siempre con el máximo respeto al legítimo pluralismo de opiniones. De esta manera, dicha investigación contribuirá a la edificación de una sociedad más humana y solidaria, así como a la gran obra de reevangelización a la que el Santo Padre Juan Pablo II convoca a todos los cristianos.

Por último, permitidme otra referencia a San Josemaría: de él hemos aprendido a amar particularmente las últimas piedras. Comenzar es ciertamente importante, pero lo decisivo es llevar a término las cosas: pido al Señor que podamos reencontrarnos aquí dentro de algunos meses, los previstos para concluir los trabajos de construcción.

Romana, n. 39, julio-diciembre 2004, p. 205-206.

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