Alice Springs, Australia. Campo de trabajo en el desierto
El pasado enero la Misión de Santa Teresa, situada cerca de Alice Springs (Australia), recibió a un grupo de jóvenes procedente de Sydney, Canberra y Newcastle que pasaría allí dos semanas reparando y pintando la iglesia.
El precio pagado por los estudiantes no fue poca cosa: dos semanas de vacaciones, unos cuantos dólares y probablemente algunos kilos de peso. Sin embargo esas pérdidas revirtieron en valiosos beneficios muy rápidamente, y no sólo para los habitantes de la Misión: la gran paradoja del voluntariado está en descubrir que, con su generosidad, el voluntario es el que más recibe.
Dartbrooke Study Centre ha venido organizando proyectos de voluntariado durante los últimos quince años, para estudiantes de universidad y de bachillerato. Los escenarios han sido muy variados: diferentes islas del Pacífico Sur (Fiji, Tonga, Samoa), Indonesia, Filipinas, Nueva Guinea y, por supuesto, las zonas menos desarrolladas de Australia. Este año el destino de la expedición de voluntarios fue la zona desértica del corazón de Australia.
Los dos primeros días fueron de preparación: hubo que lavar, lijar y preparar el techo, cuya superficie original estaba oculta desde hacía tiempo tras una capa oscura formada por los años. Una vez concluida esa fase se pudo ya comenzar con la pintura. Desde luego, no pretendían emular a Miguel Ángel en la Capilla Sixtina, pero hay que decir que generalmente los participantes en estos campos de trabajo se precian de hacer un buen trabajo profesional. Trabajan como si recibieran un salario, aunque son ellos los que corren con sus gastos, y además han de conseguir la pintura y las herramientas.
El horario de trabajo fue exigente —la jornada laboral empezaba a las 7.15 de la mañana— porque se quería acabar el proyecto en un tiempo bastante restringido. Después de dos semanas de dura labor, los estudiantes volvieron a casa llenos de entusiasmo.
Romana, n. 34, enero-junio 2002, p. 139.