Paternal y generoso testimonio de vida
El 12 de diciembre, fiesta de la Virgen de Guadalupe, falleció Mons. Javier Echevarría (1932-2017). Este número de Romana recoge una crónica de esas jornadas, en las que cientos de personas quisieron rezar ante el féretro y dar su último adiós al prelado. En aquellos momentos fueron de gran consuelo las palabras que el Papa Francisco dirigió a los fieles del Opus Dei en un telegrama: «Me uno a vuestra acción de gracias a Dios por su paternal y generoso testimonio de vida sacerdotal y episcopal, a ejemplo de san Josemaría Escrivá y del beato Álvaro del Portillo, a quienes sucedió al frente de toda esa familia». El Santo Padre remarcaba que Mons. Echevarría «entregó su vida en un constante servicio de amor a la Iglesia y a las almas», y aseguraba «un ferviente sufragio por este fiel servidor».
En la Misa celebrada por el alma del prelado que tuvo lugar en la basílica romana de San Eugenio, Mons. Fernando Ocáriz —entonces vicario auxiliar— decía, dirigiéndose especialmente a los fieles de la Prelatura: «Si estuviera aquí entre nosotros aquel al que hemos llamado Padre durante estos veintidós años, seguramente nos pediría que aprovecháramos estos días para intensificar nuestro amor por la Iglesia y por el Papa, que permaneciéramos muy unidos entre nosotros y con todos nuestros hermanos en Cristo. Y nos repetiría aquello que, especialmente durante sus últimos años en la tierra, había llegado a ser en sus labios un estribillo: quereos mucho, ¡qué os queráis cada vez más! Y no solo en sus labios: impresionaba ver cómo quería a los demás. Recuerdo por ejemplo que el día antes de su muerte me manifestó la preocupación de estar quizá siendo un estorbo al ver a tantas personas que se ocupaban de él. Y me salió espontáneo decirle: “No, Padre, es usted quien nos sostiene a todos”».
»Entre los muchos santuarios de la Virgen a los que peregrinó junto a san Josemaría y el beato Álvaro, y después como prelado —continuaba Mons. Fernando Ocáriz— estuvo el de Nuestra Señora de Guadalupe en México. La Providencia ha querido que el Padre fuera llamado al Cielo el mismo 12 de diciembre, fiesta de la Virgen de Guadalupe. El mismo día, cuando su estado había empeorado, un sacerdote le preguntó si deseaba tener enfrente una imagen de la Virgen de Guadalupe; el Padre le respondió que no hacía falta, porque no podría verla. Pero añadió que de todas formas la sentía muy cercana. Dejemos en manos de la Virgen María, Spes nostra, esperanza nuestra, nuestra oración por Mons. Javier Echevarría, mientras damos gracias al Señor por habernos dado a este pastor bueno y fiel».
Las siguientes páginas también desean mostrar el agradecimiento por sus desvelos de pastor en los 22 años como prelado del Opus Dei.
Romana, n. 63, julio-diciembre 2016, p. 234-235.