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10 ediciones del Seminario profesional para oficinas de comunicación de la Iglesia

Comunicar la fe con alegría

En 1996 nació la Facultad de Comunicación Institucional de la Universidad Pontificia de la Santa Cruz, en Roma. Ya entonces, la Universidad vio la conveniencia de promover un foro internacional para directores de oficinas de comunicación de las diócesis y demás circunscripciones eclesiales, de conferencias episcopales, de congregaciones o institutos religiosos, de movimientos y de otras realidades con alguna relación con la Iglesia. Es decir, un congreso dirigido al mismo tipo de profesionales que se forman en las aulas de esa facultad.

La idea central de ese foro era favorecer un encuentro en el que responsables de comunicación de instituciones eclesiales pudieran reflexionar sobre su tarea desde una doble perspectiva: la excelencia comunicativa y la competencia eclesial. Querer ser mejores comunicadores y crecer en el conocimiento y amor a la Iglesia.

Surgió así el Seminario profesional para las oficinas de comunicación de la Iglesia, que tiene lugar cada dos años en el edificio central de la Universidad. En abril de 2016 se celebró la décima edición, en la que participaron más de 400 portavoces de todo el mundo.

Entre los participantes suele haber algunos obispos, numerosos sacerdotes y religiosos, junto a una gran mayoría de laicos, hombres y mujeres que trabajan en las diversas oficinas de comunicación. La diversidad de las instituciones representadas es una manifestación externa de la riqueza de la Iglesia. Pero lo que resulta más llamativo es la sintonía de fondo y el ambiente familiar que se genera en cada edición del seminario.

Con el pasar de los años, esta cita se ha ido haciendo más internacional. Desde Holanda suelen participar los encargados de comunicación de la mayoría de diócesis del país. También es habitual la presencia de un buen número de directores de comunicación de diócesis italianas, estadounidenses, portuguesas, polacas, españolas, mexicanas, argentinas, brasileñas y de otros países donde la Iglesia católica está más extendida.

Uno de los ingredientes más enriquecedores es conversar con quienes proceden de países donde la Iglesia se encuentra poco extendida. Lugares como Noruega, Estonia, Nueva Zelanda o Dinamarca, en los que afrontan el reto de despertar una nueva curiosidad hacia el cristianismo. U otros donde, además de encontrarse en minoría, los católicos sufren persecución, como sucede en algunos países del Medio Oriente.

El director de comunicación de una conferencia episcopal latinoamericana señalaba lo mucho que les había ayudado charlar un rato, durante una pausa, con el obispo Basilio Yaldo, de Bagdad: les explicaba a propósito del martirio como los católicos iraquíes lo contemplamos como una posibilidad real y cercana. En una de las sesiones, Mons. Yaldo también comentó que la Eucaristía dominical era el parón semanal más gozoso para un católico de Bagdad: «Además de recibir al Señor —decía— es la ocasión de celebrar juntos la fe, sin las precauciones que debemos mantener el resto de la semana, en los lugares de trabajo o en la calle».

También aporta mucho la presencia de participantes de las Iglesias más jóvenes de Asia, África y América, que son un estímulo para quienes se desenvuelven en ambientes de países más secularizados.

Además de los católicos, a veces se inscriben participantes de otras confesiones cristianas. En la edición de este año, por ejemplo, se sumaron el secretario general, el director de comunicación y el responsable de la oficina de prensa de la United Methodist Church de Estados Unidos. Presentaron un paper sobre cómo dialogar mejor, a través de las redes sociales, con los jóvenes que se plantean inquietudes espirituales. Sus análisis y sugerencias se referían a un reto común a todos los cristianos: salir al encuentro de los demás y poner el Evangelio al alcance de muchos.

Entre los participantes habituales también se encuentran antiguos alumnos de la Facultad de Comunicación de la Iglesia de la Universidad Pontificia de la Santa Cruz, que ahora ocupan cargos de responsabilidad en sus respectivas diócesis o instituciones en lugares tan dispares como Tanzania, Ucrania, Estados Unidos, El Salvador, Croacia, Liberia, Indonesia, Suiza, España, Rumanía, Alemania, India, Francia o Colombia, entre otros.

Encontrar a Dios en la conversación pública

Las diez ediciones del congreso han tenido un hilo conductor: el trabajo de las oficinas de comunicación como apoyo a la misión evangelizadora de la Iglesia. Favorecer una cultura del encuentro que permita, en primer lugar, encontrar a Dios en los debates y en las conversaciones que fluyen en la opinión pública a través de cualquier medio de información. La tarea del comunicador institucional, así concebida, ayuda a superar malentendidos y a quitar obstáculos para la labor catequética de los cristianos.

Una de las preguntas de fondo que late en todos los seminarios es cómo promover un diálogo público sobre la fe que sea atractivo, creativo y, a la vez, fiel al mensaje perenne del Evangelio: sin limitarse al aspecto institucional

de la Iglesia como tal, sino poniendo el acento en los contenidos esenciales de la fe cristiana.

La acción de los últimos pontífices ha sido una guía poderosa en este sentido y, por eso, nunca faltan reflexiones sobre las lecciones que podemos aprender del Papa Francisco, de Benedicto XVI, de san Juan Pablo II y de sus predecesores. Este año, por ejemplo, un ponente glosó una especie de guía del Papa Francisco para vivir como cristianos en las redes sociales, a partir de textos del pontífice sobre este tema: se recordó —con palabras del Papa— que «el acceso a las redes digitales lleva consigo una responsabilidad por el otro, que no vemos pero que es real, y tiene una dignidad que debe ser respetada»; otra llamada de Francisco es la de «elegir con cuidado las palabras y los gestos» a la hora de comunicar, también en internet; o la idea de que, en los medios sociales, «podemos y debemos juzgar situaciones de pecado —violencia, corrupción, explotación, etc.—, pero no podemos juzgar a las personas, porque sólo Dios puede leer en profundidad sus corazones» (Mensaje para la 50ª Jornada mundial de las comunicaciones sociales, 24-I-2016).

Entre los ponentes, suelen encontrarse personalidades del ámbito académico y profesional, tanto de instituciones civiles como eclesiásticas. Entre los profesionales civiles hay expertos de primer nivel en cuestiones como brand management, entrepreurnership, media training, publicidad, televisión, story-telling y otras áreas de las que todo comunicador —también un portavoz de la Iglesia— puede aprovechar algo. Por otro lado, cada año hay sesiones plenarias con algún orador más conocido en el ámbito eclesiástico: en la primera edición del seminario, por ejemplo, estuvo el cardenal de París, Jean-Marie Lustiger, que posteriormente fallecería en 2007.

En 2014, la sesión de apertura corrió a cargo del cardenal Timothy Dolan. Transmitió siete lecciones que había aprendido en sus interacciones con los periodistas desde que fue nombrado arzobispo de Nueva York. Una de ellas tenía que ver con el valor de la profesionalidad: «Los comunicadores de la Iglesia —advertía— deberíamos hacer nuestros los mejores y más altos estándares profesionales». El vídeo de su intervención se puede encontrar en el canal de YouTube de la Pontificia Universidad de la Santa Cruz.

En la última edición, Joaquín Navarro-Valls protagonizó otra sesión sobre los 22 años de acompañamiento comunicativo a san Juan Pablo II, como portavoz y director de la Oficina de prensa vaticana. Al final, presentó una diapositiva que sintetizaba experiencias valiosas para el trabajo de comunicación en la Iglesia. Entre ellas, la premisa de «tener acceso y entrar en sintonía profunda con quien gobierna», o la importancia de dedicar mucha atención a los mensajes, pues «los contenidos, el qué quiero decir, son el centro de toda comunicación».

En 2016 se otorgó un reconocimiento especial al arzobispo Claudio Maria Celli —que ha presidido durante más de un decenio el Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales— y al padre Federico Lombardi —antiguo director de la Radio Vaticana y portavoz de Benedicto XVI y del Papa Francisco hasta 2016—, por la colaboración ofrecida al seminario en los últimos años. Se les entregó una estatuilla de santa Catalina de Siena, patrona de la facultad de Comunicación Institucional de la Iglesia.

Mons. Celli aprovechó la ocasión para hacer una llamada a la audacia: «Audacia y lucidez —decía— para transmitir la belleza de nuestra identidad cristiana». Y añadía: «Audacia para mostrar el rostro de Cristo a través de todos los medios posibles, de modo que esa belleza se contagie».

Por su parte, el padre Lombardi consideró que la tarea de comunicar la fe —la idea sirve a cualquier persona que se propone difundir el Evangelio— era un privilegio, pues consistía en llenar de «mensajes positivos un mundo cargado de preocupaciones y problemas». Un comunicador de la Iglesia —decía— «está todo el día hablando de las cosas más hermosas e importantes, como la fe, la paz, la justicia, el desarrollo de la persona, etc. Por eso, tenemos una vocación y un servicio maravilloso», que ayuda a potenciar el «servicio que la Iglesia presta a toda la humanidad».

El padre Lombardi resaltó algunos de los momentos más intensos que había vivido junto a Benedicto XVI y al Papa Francisco, y compartió varios consejos fundamentales para un comunicador. El primero y más evidente es no faltar nunca a la verdad. «Manteniendo los ámbitos lógicos de la reserva y de la correcta discreción —afirmó—, se trata de no decir nunca algo falso». Solo «al servicio de la verdad se entra en relación y diálogo con los demás». También puede encontrarse la sesión del padre Lombardi en el canal de YouTube de la universidad.

Prioridad a los proyectos e iniciativas que inspiran

Buena parte del seminario profesional se desarrolla a través de una oferta de actividades paralelas. Cada participante traza su propio circuito, según sus intereses.

En la última edición, por ejemplo, coincidió una sugestiva sesión en el aula magna sobre la experiencia de Catholic Voices —Jack Valero, Austen Ivereigh y otros coordinadores internacionales de esta iniciativa impartieron un concentrado sobre media training—, con otra sobre la gestión y el aprovechamiento comunicativo de las ceremonias de beatificación y canonización —en las que se analizaron los programas de comunicación de las recientes beatificaciones de Mons. Óscar Romero en San Salvador y la de Mons. Álvaro del Portillo en Madrid, entre otras—. En paralelo, en las aulas del segundo piso, se desarrollaba una mesa redonda sobre el uso de aplicaciones móviles con contenido sobre la fe y una sesión de carácter académico sobre cobertura mediática de eventos religiosos.

Además de las conferencias principales, el programa del seminario suele ofrecer paneles en los que varios expertos profundizan sobre un tema de actualidad como, por ejemplo, el modo de arrojar luz ante los intentos actuales por redefinir conceptos fundamentales relacionados con la familia, el matrimonio, el inicio o fin de la vida, la inmigración, etc.

Además, siempre se incluyen otros grupos de trabajo en los que se confrontan periodistas, comunicadores institucionales y académicos sobre temas dispares: experiencias prácticas sobre la gestión de la comunicación en los viajes del Papa, modos de afrontar ciertas crisis, uso de big data

en los trabajos de una oficina de comunicación de la Iglesia, etc. También hay espacios abiertos para la presentación de comunicaciones y experiencias de los asistentes.

Una comunicación abierta a todos

San Josemaría Escrivá de Balaguer afirmaba que el apostolado del cristiano no es anti-nada ni anti-nadie. Seguía el consejo de san Pablo: «No te dejes vencer por el mal, sino vence el mal con el bien» (Rm 12, 21),

que él parafraseaba diciendo que había que ahogar el mal en abundancia de bien (Surco, n. 864; Forja, n. 848, entre otros). Esta intuición de quien fue el inspirador de la Universidad Pontificia de la Santa Cruz ha sido una de las claves para dar con el tono de este seminario profesional en sus primeros veinte años.

Con este enfoque, los organizadores se han preocupado de dar prioridad a la exposición de experiencias positivas de comunicación de la Iglesia o del mensaje cristiano. Así lo expresaba el portavoz de una diócesis italiana, al explicar por qué repetía cada año: «Venir a este seminario —añadía— me ayuda a planificar una agenda positiva de trabajo para el año siguiente, y no limitarla al trabajo reactivo».

Echando la vista atrás, vienen a la cabeza numerosas intervenciones de este tipo, que tienen la capacidad de inspirar a otros y de crear círculos virtuosos que se expanden y se replican de país en país, con los acentos y ajustes que en cada caso exija el contexto cultural.

Un ejemplo fue la sesión que impartió Tom Peterson, fundador y presidente de Catholics Come Home, una organización que promueve campañas dirigidas a quienes valoran la posibilidad de regresar a la Iglesia.

Unos años antes, Tugdual Derville, presidente de una conocida asociación pro-vida francesa, expuso las claves comunicativas de La tournée Bioéthique. Este movimiento, nacido en ámbito civil pero apoyado, entre otras, por autoridades de la Iglesia católica, ha promovido un profundo cambio cultural en el país y ha permitido llevar a la esfera pública algunos valores antropológicos fundamentales de un modo alegre y atractivo.

Rafael Medeiros, de Brasil, transmitió la experiencia del Projeto Comunicação Aberta, que ante determinados eventos —un viaje del Papa, una canonización, un documento importante— reúne a líderes de opinión católicos, que previamente se han preparado, y los pone a disposición de los medios. Expuso el caso de la encíclica Laudato Si’,

que obtuvo una buena cobertura mediática, tanto desde el punto de vista cuantitativo como cualitativo. Los expertos ofrecidos aparecieron en los principales diarios y televisiones del país.

Una portavoz de la Conferencia episcopal inglesa, Margaret Doherty, explicó cómo habían aprovechado comunicativamente el día que la Iglesia dedica a los religiosos, poniendo a disposición de las televisiones nacionales el testimonio de una joven monja que explicaba su vocación a la vida contemplativa. Tuvo gran impacto comunicativo y generó una amplia conversación pública sobre el sentido de la vida y la belleza de la fe cristiana. Una jornada que en sí estaba destinada a pasar desapercibida, obtuvo relevancia nacional de un modo sencillo: ofreciendo un testimonio atractivo y disponible.

En otra edición del seminario, dos productoras de Chicago proyectaron y expusieron las razones que les habían llevado a producir el vídeo The Catholic Priest Today. La película fue emitida en televisiones de bastantes países y supuso una amplia catequesis sobre el sacerdocio.

Unos años antes, Patricia Ryan y otros promotores de la web www.foryourmarriage.org

y de la campaña What Have You Done For Your Marriage Today? expusieron las claves de este servicio, brindado por la Conferencia episcopal estadounidense, que anima a las personas casadas —con campañas publicitarias y otros materiales— a realizar alguna pequeña acción cotidiana que refuerce la convivencia matrimonial: preparar el café por la mañana, sonreír más habitualmente al cónyuge, prestarle pequeños servicios domésticos, enviarle un mensaje afectuoso, etc.

Las experiencias de este tipo son muy abundantes: actos informativos que han funcionado bien, vídeos de éxito sobre algún aspecto de la vida cristiana, alguna campaña viral, cursos de formación para informadores religiosos, iniciativas de evangelización a través del arte, experiencias formativas en las redes sociales, y un largo etcétera.

Tras cada edición del seminario, se publica un volumen que recoge las intervenciones principales y una selección de las comunicaciones de los participantes. Son ya diez los libros editados. Constituyen un acervo de experiencia útil para quienes comienzan a trabajar en estos sectores.

Un rato con el Gran Canciller

Una vez concluido el congreso, Mons. Javier Echevarría, prelado del Opus Dei y Gran Canciller de la Universidad Pontificia de la Santa Cruz, tuvo un encuentro con quienes lo desearon. Saludó personalmente a unos y otros, y luego dirigió unas palabras a los asistentes.

«El Evangelio es comunicación de la felicidad de Dios, explica el prelado del @opusdei en #churchcom16». Este fue uno de los tuits que difundió la cuenta de @iMision, una organización católica que fomenta la presencia de contenidos católicos en la red. Los religiosos que la fundaron estuvieron en el congreso y difundieron algunos de los contenidos desde su cuenta oficial en Twitter.

Chesterton dejó escrito que «la alegría es el secreto gigantesco del cristiano» (G. K. Chesterton, Ortodoxia). Una idea parecida fue el leitmotiv de las palabras de Mons. Javier Echevarría en esta décima edición del seminario: «Que seáis mujeres y hombres llenos de alegría —les decía—, comunicadores del gaudium cum pace que Dios ha venido a traer a la tierra».

Mons. Echevarría hizo notar que los dos últimos documentos del Papa Francisco aludían a la alegría en sus títulos: Evangelii gaudium y Amoris laetitia. Y añadía: «Una cara alegre es ya un cincuenta por ciento de éxito para la comunicación; una cara triste arruina».

En otro momento del encuentro, explicaba: «Esforcémonos en ser personas que comunican positivamente. Si alguna vez tuviésemos que sufrir la incomprensión, no es motivo para que nos entristezcamos y para quedarnos apocados. Ante una persona que no comprende o que muestra una actitud agresiva, debemos reaccionar mostrando que les queremos y que, entre ellos y nosotros, no hay ni siquiera un muro tan delgado como un papel de seda. Al contrario, para nosotros son y serán siempre almas que Dios ha puesto en nuestro camino para que les ayudemos y para que aprendamos de ellos».

El prelado del Opus Dei se refirió a las fuentes de la alegría: «Entusiasmaos con el Evangelio. Vivid el Evangelio. Vivid esa conversación que Dios ha querido tener con sus hijos y con sus hijas. Leedlo y vividlo todos los días, no os conforméis con conocerlo superficialmente».

Y más adelante les ayudó a considerar algo que todo cristiano experimenta en la labor de evangelización: «Cristo empezó la Redención en una zona pequeña. Por eso no vale pensar: ¿qué importancia tiene lo que yo hago? Mucha, mucha. Se está repitiendo lo que Jesucristo vino a hacer en la tierra. Desde un rincón del mundo, ya estaba redimiendo […]. Por lo tanto, no quitéis categoría a vuestra vida ordinaria. Llenadla de alegría, de sentido sobrenatural y de comunicación de la verdad de Dios».

Motivos de agradecimiento

En la décima edición del seminario también se dio un premio especial —una medalla de de esta Universidad— a Ronnie Convery, director de comunicación de la archidiócesis de Glasgow (Escocia), por haber sido el asistente más asiduo: ha participado en todas las ediciones del seminario. Al recibir ese recuerdo, tomó el micrófono y bromeó diciendo que a él no le hacían falta medallas para seguir viniendo, pues consideraba este congreso como una cita imprescindible para alimentar su trabajo profesional en la diócesis: «Mi sugerencia hoy —dijo— es que se convierta en anual, pues dos años sin vernos se nos hacen demasiado largos».


Las iniciativas de las que se informa en la presente sección son labores educativas, asistenciales, culturales, etc. promovidas por fieles de la Prelatura y cooperadores junto con muchas otras personas, católicas y no católicas. Quienes emprenden y dirigen estas actividades —asumiendo plena responsabilidad, también en lo económico— procuran dar respuesta a las necesidades de su país o ambiente, sin discriminación alguna por motivo de raza, religión o condición social.

La prelatura del Opus Dei, mediante acuerdos con los promotores o a través de la fórmula que establezcan los estatutos de cada entidad, contribuye al desarrollo de esas iniciativas de interés social, proporcionando orientación cristiana, doctrinal y moral, y atención sacerdotal, siempre en pleno respeto a la libertad de las conciencias.

Romana, n. 62, enero-junio 2016, p. 154-165.

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