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Entrevista concedida a “Desde la Austral”, Argentina (primavera-verano 2013)

En nuestra entrevista del año pasado le pedimos que viniera, antes de que concluyera el Año de la Fe, para confirmarnos en la fe. Usted dijo que le “encantaría” y que abandonaba “este deseo en las manos de Dios”. Y ahora lo tenemos junto a nosotros, por lo que damos gracias a Dios por cumplir ese deseo mutuo. ¿Qué nos puede decir para aprovechar estos últimos días de gracias del Año de la Fe? Y después, ¿cómo convertir todos los años de vida en años de la Fe?

Yo también agradezco muy de veras a Dios la posibilidad de estar en esta tierra tan querida. No imagináis mis grandes deseos de venir a Argentina para estar con vosotros.

La auténtica vida cristiana es vida de fe, de creer en Dios y en su Hijo Jesucristo, que se entregó por nosotros: de creer en su amor y corresponder con el de cada uno. Por eso, el año de la Fe es una oportunidad de reencontrarnos y compartir con Jesús, día a día, de un modo nuevo y más cercano, todas las tareas. Podría resumirse en unas palabras de San Josemaría: “Que busques a Cristo, que encuentres a Cristo, que ames a Cristo”, con el afán de llevar a los demás la experiencia del encuentro con Él, para crear una “cultura del encuentro”, como dice el Papa.

Como podrá comprender, hoy los argentinos tenemos un motivo adicional para amar más al Papa Francisco. ¿Qué podemos hacer, desde “el fin del mundo”, para acompañarlo en la difícil tarea que tiene sobre sus hombros?

Una vez que fue elegido Papa, Francisco es el Pastor de toda la Iglesia. Es, precisamente, el principio visible de unidad. Por supuesto, el Papa —se nota— tiene un gran cariño por su país y pienso que espera mucho de las argentinas y de los argentinos. Para acompañarlo en este ministerio se me vienen a la mente tres palabras: rezar, escuchar, comunicar. Rezar por él, ofrecer nuestro trabajo, nuestro cansancio y, también, nuestras alegrías. Rezar es siempre la primera obra de la caridad. Después, escuchar: meditar lo que dice, en su encíclica Lumen fidei, en sus homilías, en sus discursos y alocuciones… hacer propias, para nuestra vida, sus palabras. Y, finalmente, comunicarlas: repetirlas a otros, de modo positivo y entusiasmante. Es una gran oportunidad para que la Argentina renueve su compromiso con las virtudes y los valores fundamentales: la fe, la esperanza y la caridad, y, como consecuencia, el servicio, el amor, la solidaridad, el trabajo bien acabado, la honradez. No podemos ser —como se dice aquí- chantas, Dios espera de nosotros que trabajemos acabadamente bien, para servir a la sociedad, a toda la humanidad.

En la JMJ llevada a cabo en Río de Janeiro, el Papa Francisco les dijo a los jóvenes —y a todos los cristianos por extensión- “no balconeen la vida, métanse en ella, Jesús no se quedó en el balcón, se metió; no balconeen la vida, métanse en ella como hizo Jesús”. ¿Qué debemos hacer para cumplir con este pedido del Papa?

Quedarse en el balcón significa no decidirse a servir, no jugarse la vida por Dios y los demás, enterrar los talentos. Y Jesucristo nos invita a todos, mujeres y hombres, a ser magnánimos, a soñar con grandes proyectos de amor a Dios, de servicio, de fraternidad, de educación. No podemos conformarnos con una vida cómoda, sin grandes ideales… La vida del cristiano es una aventura estupenda; con ese espíritu se movieron siempre los santos de la Iglesia, y todos estamos llamados a ser santos.

Estamos felices ante la próxima beatificación de don Álvaro, nuestro primer Rector Honorario, seguros de que muchas de las gracias que se derramarán por su intercesión recaerán sobre la Universidad que impulsó. Usted que estuvo tan cerca de él, nos puede contar cómo fueron sus esfuerzos y desvelos para que se iniciara la Universidad Austral.

Don Álvaro impulsó iniciativas educativas y sociales en numerosos países, siguiendo el espíritu de san Josemaría. Vibraba con estos proyectos impulsados por personas de la Obra, Cooperadores y amigos, que tanto bien podían prestar —y prestan efectivamente— en las sociedades donde se desarrollan.

Los tenía muy presentes en su oración, animaba siempre a ir a más, a pensar en grande, a soñar con esa labor que, además de un sólida formación profesional y humana, comunicaría también el espíritu cristiano, de caridad y respeto, de honestidad, amistad, promoción de la familia, pluralismo.

De Don Álvaro me consta, entre otras muchas cosas, su oración, también su inmensa alegría, por el bien que ha hecho esta Universidad.

¿Qué espera nuestro actual Rector Honorario de quienes trabajamos y estudian en la Universidad Austral?

Que apoyen su tarea educativa y asistencial en el trato con Dios; es la mejor manera de poder transmitir ese tono amable, sonriente, positivo y de servicio, que caracteriza esta Universidad Austral. Deseo que avancen muy unidos, superando las lógicas diferencias personales que pueda haber, y que nunca dejen de afrontar cada tarea, con magnanimidad, para seguir aportando a que la Argentina sea de grandes horizontes, apostando por la gente, por su educación —que incluya a todos, de los diversos ambientes sociales- y por su continuo desarroll

Romana, n. 57, Julio-Diciembre 2013, p. 251-253.

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