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Tras las inundaciones en Venezuela

Poco antes de la Navidad de 1999, Venezuela experimentó una de las peores tragedias de su historia: a consecuencia de las fuertes lluvias que durante esos días azotaron el país, y principalmente el Estado Vargas, decenas de miles de personas fallecieron y muchas más perdieron sus viviendas y todos sus haberes. La respuesta inmediata fue una movilización general de esfuerzos que involucró a todos los ciudadanos, pues nadie quiso quedar al margen: todos reaccionaron con diligencia ante el imperativo moral de proporcionar un auxilio a aquellas familias que se habían quedado sin nada.

Muchas de las víctimas fueron rápidamente trasladadas a Caracas y hospedadas en establecimientos militares, colegios, gimnasios, universidades e incluso iglesias. En varios de esos refugios, las jóvenes que participan en las actividades del Club Prados se ofrecieron como voluntarias y ayudaron en las tareas de limpieza, cocina, cuidado de los niños y atención directa a los damnificados. Para la noche de Navidad consiguieron juguetes que fueron repartidos entre los niños de uno de los centros de acogida. Además organizaron un centro de acopio donde fueron recolectando comida, ropa, medicinas, utensilios del hogar y material diverso que, una vez clasificado, era enviado a distintos refugios.

Con ayuda del personal del cafetín de la Universidad Monteávila y de las alumnas del Instituto Resolana, las estudiantes que frecuentan el Centro Cultural Universitario Dairén prepararon comida caliente para muchas personas. Todos los alimentos fueron donados por familiares y amigos de las jóvenes. Como el anuncio de esta iniciativa fue transmitido por radio y televisión, algunos vecinos de Dairén hicieron espontáneamente su propio esfuerzo de recolección de víveres para contribuir personalmente con este servicio. Las jóvenes de Dairén, además, visitaron a muchas familias del Estado Vargas con una buena provisión de ropa que fueron distribuyendo en paquetes cuidadosamente preparados.

Tanto en las zonas del litoral afectadas por las inundaciones como en los refugios de Caracas, señoras del Centro de Educación para la Familia y el Trabajo (CEFT), anejo a la Iglesia de la Sagrada Familia de Nazareth, distribuyeron numerosas bolsas con alimentos y artículos de primera necesidad confeccionadas por ellas mismas.

El Centro Cultural Universitario Las Palmas organizó un voluntariado con estudiantes y profesionales jóvenes. Prepararon muchas comidas y realizaron numerosas visitas a los centros de refugiados. En uno de ellos se ha establecido después un programa permanente. Las jóvenes que frecuentan la residencia Etame también prestaron sus servicios como voluntarias, sobre todo en el área de limpieza.

Las alumnas del Colegio Los Campitos —promovido por fieles del Opus Dei, al igual que las otras instituciones que se han mencionado— organizaron una campaña llamada "el kilo". El objetivo era recoger alimentos para una organización que presta ayuda a un grupo de damnificados. Esta organización ha sido promovida por un sacerdote de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz que trabajaba en el litoral. Las muchachas de Los Campitos también vendieron dulces durante la "semana de la amistad" para conseguir fondos con destino a esa organización.

Estos sucesos han reflejado el espíritu cristiano de los venezolanos. Más que sucumbir a la desesperanza o la amargura, la reacción común ha sido la de aceptar la voluntad de Dios, pedir oraciones y preocuparse de ayudar a los demás.

Romana, n. 30, Enero-Junio 2000, p. 94-95.

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