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Messaggio al VII Curso de Actualización Teológica, celebrato a Città del Messico (25-VI-1995) .

Roma, 25 de junio 1995

Con profunda alegría he recibido noticias de esta actividad organizada por Encuentros Sacerdotales, con la valiosa cooperación de profesores de la Universidad de Navarra y del Ateneo Romano de la Santa Cruz. Saludo en primer lugar al queridísimo Arzobispo de Morelia, Mons. Alberto Suárez, Presidente de la Comisión Episcopal para el Clero, que ha aceptado inaugurar estas Jornadas. Y, en la persona del P. Gustavo Salazar, Director de Encuentros Sacerdotales, saludo también a todos los participantes.

Pienso que este VII Curso Internacional de Actualización Teológica es muy interesante por un doble motivo: en primer lugar, porque responde a los deseos de la Santa Sede y de los Obispos diocesanos que, en repetidas ocasiones, han manifestado la conveniencia de organizar actividades para facilitar a los presbíteros la constante actualización teológica y pastoral auspiciada por el Concilio Vaticano II (cfr. Decr. Presbyterorum Ordinis, n. 19); además, porque en este caso se trata de estudiar un punto de fundamental importancia para la vida de la comunidad eclesial.

«La Teología Moral en una encrucijada» es el sugestivo título que engloba estas Jornadas sacerdotales de Ciudad de México. En efecto, la reflexión teológica sobre la doctrina moral de la Iglesia está conociendo un auge notable. Este interés por la Teología Moral supone un paso adelante en el camino de la vida teológica querida por el Concilio e impulsada por los últimos Romanos Pontífices. Es responsabilidad de los estudiosos de esta disciplina, bajo la guía del Magisterio eclesiástico, llevar a cabo un progreso con absoluta fidelidad al depósito de la Revelación, de modo que —sin cambiar la doctrina ni la praxis moral católica—, se abran nuevas perspectivas en el amplio campo del obrar humano, mostrando con mayor claridad la orientación radical de todo hombre y de toda mujer a Dios, Fin Último de todas las criaturas, también en las acciones aparentemente más intrascendentes. No puedo dejar de recordar la insistencia del Beato Josemaría —un gigante en el estudio de la ciencia sagrada— a todos los teólogos para que fueran hombres de mucha vida interior, ofreciendo su estudio y su trabajo a la Trinidad, y con el pensamiento en las almas, para dar a todos la certeza, la claridad, la seguridad de la fe y de la moral.

En épocas de grandes cambios, como la que estamos viviendo, se requiere una particular prudencia en el estudio, y una especial docilidad a lo que el Espíritu Santo dice a la Iglesia (cfr. Apoc. 2, 7) a través de los Pastores, de modo que la ciencia teológica no sólo no contradiga a lo que es doctrina cierta, sino que le sirva de apoyo y facilite su mayor penetración en la vida y en la conciencia de los fieles.

Gracias a la acción del Paráclito, que constantemente asiste a la Iglesia en su camino hacia la posesión de la verdad completa (cfr. Ioann. 16, 13), disponemos de documentos magisteriales de primerísima importancia en este campo. Me refiero, como ya habréis imaginado, a las cartas encíclicas Veritatis splendor y Evangelium vitæ, que el Santo Padre Juan Pablo II, después de mucha oración y de un profundísimo estudio, en unión con el Colegio Episcopal, ha confiado a los Pastores, a los estudiosos de la Teología y a todos los fieles. Se trata de documentos destinados a dejar una huella perdurable en el quehacer de teólogos, pastoralistas, profesores de Seminarios y Universidades, formadores, y, en general, en la vida del entero pueblo de Dios.

La lectura reposada de estos textos pontificios, iluminada por los comentarios de los profesores y enriquecida por la experiencia y la reflexión de cada uno, constituirá sin lugar a dudas el hilo conductor de vuestro encuentro, del que tantos frutos espirituales y apostólicos espero.

En el pasado mes de mayo se cumplió el 25º aniversario de la estancia del Fundador del Opus Dei en México. Acudió a vuestra tierra movido por su ardiente amor a Santa María, y, concretamente, por su veneración a la Virgen de Guadalupe. Entre los variados matices de su oración en favor de la Iglesia universal, ocupó un lugar privilegiado su encendida plegaria —de la que soy testigo presencial— por el clero y el pueblo de la querida nación mexicana.

Al Beato Josemaría —de modo especial hoy, víspera de su fiesta y aniversario de la ordenación de los tres primeros sacerdotes de la Prelatura del Opus Dei— encomiendo de modo particular los frutos de este encuentro sacerdotal. Que él los presente a la Virgen para que, enriquecidos por la mediación maternal de Nuestra Señora de Guadalupe, encuentren grata acogida ante la Santísima Trinidad.

+ Javier Echevarría

Obispo Prelado del Opus Dei

Romana, n. 21, Luglio-Dicembre 1995, p. 389-390.

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